Ella siempre seguía su propio
camino. No tomaba en consideración a los demás. No por maldad, no había maldad
en ella, sino por necesidad. Lo más importante para ella era que no la
hiriesen. Todo lo demás, todos los demás sentimientos, quedaban relegados a ese
fin. El problema es que, si no dejas que nadie pase al otro lado del muro por miedo
a que resulte un enemigo, también terminas por dejar fuera a los amigos.
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