No sé si llegaste a darte cuenta.
No sé si mis lágrimas llegaron
a mojar tu piel lo suficiente.
No sé si viste escaparse
mi vida a chorros.
No sé si escuchaste mi llanto
sonar cada noche en tu almohada.
No sé si escribí
en el idioma adecuado.
No sé si supliqué lo bastante.
No sé si los intentos de abrazarte,
si los gritos silenciosos de mis caricias lograron
descongelarte.
No sé su me condenaste a la indiferencia por falta o por
exceso.
Sé que luché.
Eso lo sé. Es lo único.
Que me dejé el alma y la piel.
Hasta los huesos.
Hasta el vacío.
Del resto, nada sé.
María Guivernau
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