Por la noche que resta espejos a la luz.
Por las uvas que suman cristal dulce y olvido.
Por el modo en que crece dentro de las palabras el coral del poema.
Por el número 3. Por la canción políglota del vino.
Por la esperanza que hubo en las banderas rojas.
Por la amistad que llena de rincones el círculo inflexible de la vida.
Por el pescado que abre la embajada del mar en nuestra boca.
Por la harina que baja la luna a nuestras manos.
Por aquellos que saben, como mandó Cernuda,
pedirle a su existencia dirección y sentido.
Por los ojos de Dylan.
Por la nieve.
Por el imán que forman el caos del amor y el orden del deseo.
Por la lluvia y las islas.
Por todos lo que creen que es más fácil hacer el bien que merecerlo;
los que pierden la fe entre dos campanadas;
los que al comer pan saben el idioma del trigo.
Por el viento que sueña desiertos vertical es y el mineral que enciende su luz desenterrada y la cera que pone su estracto de volcán sobre la piel.
Por el mar.
Por la música.
Por los hombres que saben que se puede huir de la verdad pero nunca escapar de la mentira.
Porque el verso anterior anterior no ha sido el último.
Por la esperanza de que no me olviden.
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