Lo peor, amigo, y se dé lo que hablo,
es, cuando en el hospital, una muchacha,
joven y ciertamente hermosa, lava
tu cuerpo derrotado mientras habla
del tiempo y de la vida. Y sientes
la suavidad del látex en sus manos
que recorren rincones que creías
sólo al placer abiertos.
Y ella mira,
indiferente a todo. Te preguntas entonces
qué es el amor, capaz de levantarse
entre la carne herida y derrotar la fiebre
y devorar con ansia los virus de otros labios
y capaz de buscar en una piel deshecha
el paisaje más bello de la tierra.
Y en las manos
de una muchacha extraña te abandonas,
sabiendo que los cuerpos, con los días,
olvidan el recuerdo de otros cuerpos,
la huella de los dedos que creíamos
eternos. La pasión infinita no era nada.
Rodolfo Serrano
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