Quise siempre tener la dignidad de Antonio
cuando perdió Alejandría. Y asomarme
al balcón para escuchar lo que Cavafis
cuenta: las admirables músicas y voces.
Y jamás lamentar mi suerte y mis fracasos.
Mas nunca supe, por mucho que intentara,
ser digno de tu amor y comportarme
como un valiente al perderte, vida mía.
Y en tu cuerpo, Alejandría de mi alma,
no supe rendir el dolor de así perderte.
En cano, pues, lloro aún mi vida fracasada.
Rodolfo Serrano
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