Tus queridos mensajes, tus amadas
palabras que en la noche me despiertan.
Me dicen esas cosas que se dicen
cuando no hay nada importante que decirse.
Cómo estás. Qué tal marcha la vida.
A ver si un día de estos, una tarde,
tomamos un café.
Pero me llegan,
en medio de estas frases que adivino,
desnudo por la casa y esas gotas
de sudor
cayendo lentamente
por el hueco y misterio de tu axila.
Inevitable amor. Dulce nostalgia
de las cosas pequeñas. Tierno espejo
de platas y de azogues que se abren.
Niña de azúcar, tan lejana y exacta
como la desesperación de no saberte
posible aunque estuvieras aquí mimo.
En esta noche espesa, mientras duermen
los gatos y los niños piden agua
te convoco a mis manos. Te deseo
sabiendo que la luz nunca se muerde.
Sabiendo que los dioses jamás dieron
la paz a los vencidos.
Nunca vengas.
Rodolfo Serrano
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