Te recuerdo aquella noche, en una feria.
Tú montaste en una noria acompañada del amigo
que no sabía nada de lo nuestro.
(A mí me dieron siempre miedo a las alturas).
Te miraba pasar entre nosotros
con el pelo revuelto y la sonrisa
abierta como un ramo
de besos, la mirada
flotando en esa noche de septiembre.
Nos amábamos tanto que recuerdo
el latir de mi pecho,
casi doloroso, y el deseo
cruzándome la boca. Dios, qué hermosa
era tu cara de asustada y feliz.
En una de esas veces,
al pasar por delante de nosotros
que fumábamos mirándote,
él me dijo:
"Cómo no amar tanta alegría". Y tu marido
me dio unos golpes cariñosos en el hombro.
Rodolfo Serrano
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