Es difícil escribirte algo porque todo lo que tenga que ver contigo siempre es difícil. Tú eres así. Libre, loca y aventurera. Hoy aquí y mañana allí, como si fueras un pajarillo que vive con la única preocupación de encontrar a la próxima rama en la que posarse.
Algunas veces me he preguntado si yo para ti he sido tan importante como tú para mí. No sé, yo antes de conocerte era como una tortuga, alguien que iba despacio por la vida, escondiéndose en su caparazón a las primeras de cambio y lleno de inseguridades y miedos a todo. Y apareciste tú, contagiándome tu filosofía y tus ideas. Tardé un tiempo, pero quiero que sepas que conseguiste que al final cambiara mi caparazón por unas alas. También quiero que sepas que ya no soy una tortuga miedosa.
Ahora sé que, para llegar a ser quien quiera ser, necesitaba estar contigo durante un tiempo. Me faltaba acción y me sobraban dudas, pero por suerte me lo hiciste ver. Y vale que no podíamos estar juntos para siempre, porque tú eres muy especial y yo creo que tampoco me quedo corto, pero sí creo que estuvimos el tiempo suficiente para que dejases huella en mí.
No sé cómo ni dónde vas a terminar con la manera que tienes de ver la vida, pero yo, sinceramente, creo que no te va a ir mal. Piensa que, mínimo, le has cambiado la vida a alguien, y creo que, solamente por eso, ya merece la pena todo lo que eres.
Más de una vez he pensado que me voy a encontrar contigo cualquier día por Madrid, y también más de una vez he pensado que no, porque quizás estás en Francia, en Australia o de mochilera en Sudamérica. De ti no me iba a extrañar nada.
En cualquier caso, si lees esto, gracias por haberme enseñado a volar.
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