Ella siempre dice que no pasa nada. Los minutos del reloj pasan, eso sí. Pero, por lo demás, no pasa nada. "No pasa nada" cuando le preguntan qué le pasa.
Supongo que a eso se acostumbró de pequeña, cuando esa era su respuesta a demasiadas cosas que hoy no quiero recordar.
Pero vaya si pasaron.
Una infancia llena de timidez, una sonrisa que destacaba, las envidias de una clase por su buen hacer. Un novio controlador de esos que anulan. Un miedo al cambio y un empezar a vivir. Todas las secuelas, los sueños, los miedos que le dejó de recuerdo.
El solo buscar ya algo que le haga sentir bien. El soñar con poco pero bueno. Con un detalle de verdad. Con reencontrarse consigo misma en el espejo. El "ponte guapa para ti".
Y ahí, ganando el miedo al pasado, a perderse de nuevo en el agobio. Que no salga todo como se lo merece.
Ella siempre no se atreve y luego siempre arrepiente. Por las noches, bombas nucleares en la mente. Hoy le habla porque no quiere perderle, mañana se vuelve a callar "para siempre".
Algunas veces la veo pasear por un paso de cebra, mirando siempre a los dos lados; siempre cruza en verde.
Sigue sonriendo, como si no pasara nada.
- Yo siempre sabré que eres lo mejor, aunque no te pase nada.
- Da igual, no lo digas. Los dos pensamos igual, pero ya sabes que yo nunca lo digo.
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