Haber querido a otra persona, haber amado por un instante o por una vida, haber probado el sabor de lo irrepetible tiene un precio que has de pagar al condado, día a día, cuando se acaba.
El corazón ha de abonar la tasa suprema de la ausencia, el peaje brutal de una felicidad evaporada.
Y aun así, a pesar de que ese precio a veces resulte tremendamente alto y nos lleve hasta la ruina, a pesar de todo eso, ¿hay algo en esta vida por lo que merezca más la pena pagar?
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