Por mucha experiencia que tengamos en asuntos de amor, por mucho que hayamos aprendido de las derrotas del pasado, te diré que puede volver a caer la cornisa del adiós sobre tu casa y dejarte como la primera vez, buceando entre escombros, haciendo largos en una charca de cemento.
Porque cada persona que se va, cuando has amado, siempre es la primera y ese dolor siempre es el Dolor.
No hay manera de regatear las consecuencias, no se puede sacar a codazos a la angustia de esa pista de baile donde pincha música el fracaso, y tampoco se puede despistar al olvido, ni hacer que la soledad se derrumbe a la primera boca que se cruce con saliva, ni reducir los daños.
Así que cuando llegue el adiós, no pretendas esquivar lo que la vida imponga y haz lo que hacen los hombres: llora como un niño.
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