Para aquellas personas que tienen la boca más grande que la cabeza, os lo voy a explicar. Aunque no debería, porque gastar tiempo en vosotros, no me apetece.
La gran mayoría de cosas que compramos ahora (y más en tiempos de pandemia), se piden por internet. ¡Guau! ¿Sí? ¡Sí! Y te las dejan en casa, en la puerta, incluido los muebles. Sí. También. Impresionante, ¿eh?
Y poco a poco, vas montando una casa. Poco a poco, dentro del hogar, en el que te puedes mover casi bien. Sí, estoy hablando de mi pie, de mi esguince. Salgo, claro que salgo, la compra, el fisio (para el pie), tengo que ir dando paseos cortos (para el pie), ir probando con o sin tobillera (para el pie), y seguir viviendo con un pie que medio funciona está permitido.
Que se vea mal, no es mi problema. Que la gente hable sin saber y más aquellas personas que ni siquiera han preguntado por cómo estoy, comprenderán que no voy a perder más el tiempo en dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
Yo soy la que sigo consejos, me pongo límites y me pongo a pruebas en lo referente a la salud. Inválida no estoy, pero consigo dar paseos de treinta minutos y luego sentarme a tomar un café, porque mi pie necesita descansar y volver a casa. Se necesitan comprar cosas de urgencia o ir a la farmacia, que también se va a pie. Y cuanto con muchas personas que ellas sí que saben cómo estoy y se prestan a ayudarme en todo lo que necesito.
¿Quedar mal o bien? Sinceramente, me la pela. Me da igual. El problema es el de siempre que opinamos demasiado sobre cosas que no sabemos, que ignoramos y que ni siquiera nos afectan. Y enterarme de que la gente habla sin saber, y que habla de mí cuando paso de todo el mundo, me molesta bastante.
Que seáis felices apuntadores de la vida, que seguramente seáis grandes ejemplos para la humanidad.
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