Como os he dicho en la entrada anterior, llevo unos días muy ocupada, así que me he puesto a limpiar como si no hubiera un mañana. ¡Zafarrancho! Lejía por todas partes, desinfectante, cristales, polvo... Así tengo el pie, más grande que mi cabeza. Pero es que hay cosas que hay que hacer...
Es curioso, cuando limpias, limpias también por dentro, piensas y las palabras te salen a montones, y aquí me encuentro, dándole al teclado que tenía tan abandonado mientras hago una tontería para Javi. Jugamos a ver quién es más detallista, y estoy luchando por mi pódium.
Claro, cuando te sale hacer detalles, piensas y das vueltas a por qué te sale. ¿Por la competitividad? No. En este caso no, porque quiero a ese macarrón como no he querido a nadie. Me gusta enfadado, en la parra, cocinando mientras le doy un poco por culito, mientras le meto un dedo en el ojo o cuando intenta dormir y no le dejo. Me gusta en la ducha, recién levantado y cansado como si viniera de la mina. Cuando me busca dormido por la noche, cuando tiene frío o incluso cuando tiene calor.
Cuando me besa cada mañana antes de irse a trabajar, cuando tiene detalles porque sí, sin necesidad de ser un día especial, por compartir conmigo absolutamente todo y entregarse al doscientos por cien, por hacerme saber que me quiere y poder hablar de cualquier cosa.
Hace unas semanas me entraron inseguridades, miedos. Cuando convives, hay días que nos pesan a todos y quizás las cosas no vayan estilo "luna de miel" pero es que no todos los días pueden ser fiesta. Y esto, me ha llevado un poquito de tiempo comprenderlo. El día a día de una persona es igual que el nuestro, hay días que te duermes por las esquinas, otros que no puedes dormir, otros que no te apetece saber nada de nadie, otros que te pones una película o enlazas capítulos de series hasta la madrugada. Las necesidades de uno mismo no son tan diferentes a las del otro.
Pero este tema, lo comprendí mal, lo reconozco, lo centré en mí, en que algo pasaba conmigo o con nosotros. Y simplemente es la vida, la que pasaba, nada más y nada menos, puesto que la vida a veces cuando pasa, arrasa.
¡Cuánto me ha costado encontrarte macarrón, trabajando tan cerca de mí! Supongo que la vida te guarda para cada momento lo que necesitas. Los dos sabemos que si nos hubiéramos encontrado antes, no estaríamos viviendo esto ni de lejos. Pero aquí estamos, los dos que nos se iban a casa jamás, y menos a vestirse de nada del mundo de las bodas. Aquí estamos apostando todo al rojo (como nosotros). Apostando una vida junto a ti. Aquí estamos esperando que llegue ese 11 de septiembre.
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