Comencé a leer versos en el poso del café que no saboreo.
Te has has bebido todas las ganas de volver a empezar, me has dejado la condena del olvido, y yo que no respiro si no es contigo, empiezo a no ser.
Has cerrado las puertas del mañana que dibujamos en servilletas arrugadas por las últimas madrugadas, en que no fuimos, ni seremos.
Anoche te escribí cincuenta y dos motivos por los que volver a ser dos.
Los quemé con rabia y asumí que lo nuestro fue todo y nada.
Todo lo que podría haber sido, si no fuéramos nosotros.
Nada es lo que somos, nada lo que seremos.
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