Pero no de un sueño cualquiera, de las pesadillas esas que vives sintiendo cada cosa que pasa, aquellas que son tan reales que tu interior grita: "Por favor, que sea una pesadilla", y tu cuerpo sigue dormido, huyendo, llorando.
He leído acerca de ellos y aparecen en momentos de estrés, ansiedad o cuando algo te inquieta en lo más profundo de tu ser. He pasado de tener pesadillas con, la mutua del pie por su "gran labor" (irónicamente hablando), a tener pesadillas en las que yo desaparezco: tanto del mapa de mi gente como de la vida de Javi.
El viernes tuve la pesadilla de las pesadillas. Veníamos de cenar con Sandra y Sonia (y sus respectivas parejas), todo iba bien (como pasa en las películas), llegamos a Leganés y Javi se ofreció a buscar aparcamiento al verme la cara de cansada.
Cuando subí a mi casa, vi como pasaban las horas del reloj. Las tres de la mañana. ¿Cuántas horas llevaba aparcando? Le llamé y ese teléfono ya no existía. Contacté con su madre y lo único que me dijo fue: "que lo sentía por el niño, pero era lo mejor para todos". Vino mi amigo Dani para ver cómo solucionar lo ocurrido, el primero en llegar puesto que nadie más lo sabía. Buscaba a Javi entre las calles, entre los coches, angustiada por ser dejada... otra vez. Sabiendo que a pocos días nos íbamos a casar. Y teniendo la intuición de que su afición por el móvil, no era por el aparato solamente... De nuevo, un harén. Bien podría titularse esta entrada "De nuevo".
Otra/as, huida, escapada, ruptura. De nuevo, el mismo camino. Desperté llorando, entre sudores y fijándome en dónde estaba. No era mi casa, pero sí tenía a Javi al lado profundamente dormido. Desde el viernes, cerrar los ojos me da miedo. Se lo conté a Javi y se rio, juró que jamás iba a pasar, pero eso también lo he oído antes.
De repente empecé a dudar de todo, del sueño, de la realidad, de Javi, de nuestra historia y sobre todo de mí. ¿Por qué? Porque no sé si podría volver a pasar por lo mismo. Supongo que sí, que de amor, nadie se muere, os lo digo yo que estuve cerca. El poder de los sueños y cómo nos afecta...
Anoche, sin embargo soñé como me caía del puerto de Santander a un agua marina helada parecida a la que salía en la película del Titanic. Y Javi, volvía a mirar el móvil. No a mí. Pero con este sueño, el silencio de debajo del agua me daba paz, el frío que rompía cada parte de mi cuerpo me pedía descansar. Descansar de todo, abandonarme.
Y es que volvemos al tema del abandono. Un trauma que se quedó instalado en mí en verano del 2019. Volver a dejarme llevar sin que mi vida, la mía, me importe nada.
Como dijo Calderón de la Barca, los sueños, sueños son. Pero gracias a una de mis psicólogas tiendo a pensar en ellos, a examinarlos y diseccionarlos. ¿Qué te quiere decir el cerebro? Te está queriendo decir algo, como siempre. El cerebro es el que dirige todo, manda todas las órdenes.
Es cierto que te levantas con una inseguridad que creías olvidada, pero el que nace inseguro, muere inseguro. Y más con un miedo tan real a este, donde los sueños se mezclan con la realidad y separarlas me cuesta. Es duro, porque estoy expectante a todo y no me relajo, es duro para una persona y para el compañero de la misma. Aunque lo mantengas en silencio, dudas, inseguridades, traumas... salen, siempre salen. Y le ves con el móvil y ya no estás tan tranquila como antes. Y le ves serio, y te preguntas si eres tú o si esa noche no te toca porque tiene calor, es que también tiene algo que ver contigo.
¿Y qué haces? Ponerte una armadura, sacarla, limpiarla el polvo y esperar que te den la patada. ¿Y por qué no la das tú antes? Pues porque, aunque suene cursi, mi corazón lo tiene él. Y mis inseguridades no van a acabar con la relación más verdadera que he tenido nunca. Dice que me quiere... Y yo lo pongo en cuarentena. En duda. Porque... ¿Quién va a querer a alguien como yo? Esperas a que se dé cuenta en algún momento. Y te callas, te callas cuando tú no lo haces ni debajo del agua. Cuando has luchado con dragones y con el fuego más mortal. La misma que se reía de todos los monstruos que viven bajo su cama.
Por un sueño... Y te das cuenta de que le quieres mucho más de lo que creías, porque el miedo a que ese sueña se vuelva veraz hace que te destruyas en mil pedazos, en los mismos que él ayudó a juntar.
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