lunes, 7 de junio de 2021

Querré a todas tus versiones

 “Veremos si me sigues queriendo cuando me vuelva a poner pesada con mis preguntas y mis vueltas a todo”, has dicho hace unos minutos.

Estábamos en la cama (lo sigo estando), yo sentado a sus pies, y tú a horcajadas encima de mí, entre besos, mordiscos (qué obsesión tienes con morder), bromas y risas, y tras enterrar (maravillosamente) el hacha de guerra, te has levantado y, alejándote hacia la cocina, has pronunciado esa frase.

Y me has dejado pensando en ella.

Imagino que lo habrás dicho de broma, una simple contestación, tal vez por decir, tal vez dejando entrever un cierto temor a si algún día puedo cansarme de eso. De que seas así. De cansarme de ti.

Cansarme de ti. Es como si me dices que temes que algún día me canse de respirar.

No es que “también” te quiera cuando te pones a hacer miles de preguntas y aún no he contestado la última cuando ya me estás haciendo la siguiente, es que ahí te quiero aún más. Porque lo que yo veo ahí es interés por mí, curiosidad, intriga, querer conocerme, y no me importa en absoluto cómo hayan visto esa faceta tuya en el pasado: es absolutamente maravillosa, y me siento realmente afortunado de que la dejes libre conmigo.

Te querré callada, insegura y cuando prefieres guardarte tus preocupaciones para ti y siento como que estás en otro mundo, te querré cuando no dejas de hablar ni a tiros y empiezas con la risa tonta inaguantable, te querré cuando te salga algún grano y te sientas la chica más fea del mundo y te querré cuando me busques la mano distraídamente al llegar al restaurante vestida de gala.

Te querré cuando los años vayan pasando y las arrugas se hagan más profundas, si engordas veinte kilos o si de repente empiezas a perder peso incontrolablemente, te querré cuando cojas las tijeras por tu cuenta y te cortes el pelo en un arrebato de locura y luego no te guste y te querré cuando encima te pases tres días de mal humor por ello como si la culpa fuera mía.

Querré a todas tus versiones, porque todas y cada una de ellas son las que te hacen ser tú. Y si tú eres el conjunto de todas, no podría haberlas mejores.

Querré a esa versión que no se quiere nada a sí misma y se esconde de los espejos, a la que tiene el guapo subido y se echa cien fotos ese día, a la obsesiva estudiante que no deja ni que le hablen y a la fiestera que hay que tirar de ella para volver a casa.

Querré a tu versión más payasa y a las más seria, a la más niña y a la más madura, a la que cuando está enfadada puede llegar a ser muy borde y la que me mira con los ojos brillantes diciéndome que soy lo más importante de su vida.

Así que voy a levantarme de esta cama, voy a sorprenderte ahora que estás de espaldas y distraída en la cocina, y voy a ir directamente a morderte el cuello para devolverte tu especialidad. Y cuando te encojas y rías entre sorpresa y protestas por fin entenderás todo:

No estoy diciendo que me gusten todas tus versiones por igual. Ni siquiera digo que las entienda a la perfección, que no me molesten o que algunas incluso no me puedan doler en algún momento puntual.

Lo que estoy diciendo es que querré a todas ellas.

Porque todas y cada una de ellas son las que te hacen ser tú.

Y no te podrían hacer más maravillosa.



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