La palabra circular de la infancia para salvarnos la mirada, para devolvernos la vida.
Mayte Albores
A veces quisiera volver a ser un niño para poder comerme la luna a pedacitos. ¡Lo mejor de comerse la luna es volver a viajar a Nunca Jamás! Volver a ser imprudente abriendo sobres de sonrisas, de inocencia, de prudencia con su debido descontrol. Comerse la luna es llegar al infinito, donde tocarla con la punta de los dedos no es un sueño, Ni una ilusión, ni un equívoco. Comerse la luna es poesía, es sed, es mar, es todo, si ese sabor conlleva la felicidad. A veces quisiera volver a ser un niño, deseando no saber escribir poemas ni versar a la luna ni hacer de ella una canción de cuna.
¡Ser un niño! Solo quisiera ser un niño y mandarle cartas de amor, sin matasellos, ni distancia, ni agonía. Ni excusas baratas para tenerla cerca, siempre cerca para que la punta de mis dedos rozara su contorno en cada sonrisa que ella dibujara. Para quitarle el invierno a la poesía.
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