Hoy es un día de los que te levantas con pesadillas, de los que cuando has cogido el sueño, escuchas los pasos de Cuquito que ya se ha despertado. Que es sábado y tu marido está de tarde, así que nada de planes, ¡en casa! Que te habías hecho ilusiones sobre un tema (que aún no puedo contar) pero es que no. ¡No! No, ¡No! Absolutamente no. Esa es la única palabra que tiene el destino para mí: No. Quizás debería ser ese el título de esta entrada... "No". Queda muy negativo, pero así como me siento, negativa. Negativa plus, como diría una compañera.
Me he levantado con dolor de cabeza, he visto que todo el salón estaba lleno de juguetes tirados por todas partes, que la lavadora se paraba... otra vez. Que por más que limpio, la mierda crece, florece y se expande. Que todo son prisas porque Javi se va a trabajar. ¿Sabéis a qué hora he terminado de limpiar desde esta mañana? ¡A las 16.27! Sí, os digo hasta los minutos exactos. Ponte a comer, lo que sea, que ni ganas tenía. Limpiando, he medio roto una figura de las que colecciona Javi. Dúchate, corre al chino a por pegamento... Y una vez que he salido a la calle... ¡Oh, dios! A la mierda el mundo y todo el que habita en él. He corrido hasta el polígono con ganas de gritar lo cansada que estoy de que nada salga bien, de que a mí me cueste todo el triple, ¡el cuádruple! que a los demás. ¡Estoy cansada! Estoy agotada mentalmente.
Y no. No he llorado. No soy de las que lloran tan fácilmente. La última vez que me sentí así, tuve que ir al cementerio a romperme del todo. Ese sitio es lo peor, pero es el único sitio donde me siento cerca de ellos. Pero esta vez no, estoy un poco lejos de Leganés. Lo que sí he hecho es sentarme, como si esperase a alguien, con mis cascos en las orejas con la música más alta que los problemas. Después de la panzada a correr (que correr me sienta fatal), he pasado por el Aldi a ver qué tenían. Y me ha llamado Javi. Al ver su llamada del descanso he pensado "ojalá estuvieras aquí", realmente no sabría decir para qué. Pero estar acompañada me hubiera venido bien. A todo este jaleo de día, en el que me escapo de todo, tengo amigos muy pesados a los que no puedo querer más. Ellos saben como soy, no cojo el móvil ni a tiros, así que ya cogen ellos el suyo. ¡Ay! Dani y Ana, siempre están, de una manera u otra, pero están. Como dice Ana, piensa en los amigos que tienes... Y que tanto me ha costado tener. Pero sí, sin ellos... Me siento coja, manca, tuerta... Falta algo de mí. Con Ana he estado dos horas de charla, ¿sabéis lo que hace genial? Distraerme. Me cuenta sus cosas y eso es maravilloso, amplía mi mundo más allá de mi horizonte. El horizonte que siempre me pongo a modo de freno.
Me siento enjaulada, y no por mi marido, sino por los límites que me pone la vida, las piedras en el camino, los problemas, las preocupaciones, etc. "¡Dame un respiro!" Le grito al cielo, como si alguien estuviese allí para escucharme. No, no soy creyente, y en estos momentos ojalá lo fuera porque sería mucho mejor explicarme a mí misma que Dios nos pone piedras en el camino para hacernos mejor, o Dios aprieta pero no ahoga o cosas de esas que aprendí en el colegio. Ojalá pudiera encomendarme a un ser superior al que culpara de todo mientras finjo que es él quien lleva las cuerdas de mi vida.
Al llegar a casa y sentarme ante el ordenador, he sentido el cansancio que llevo encima. Me duele todo el cuerpo de nuevo, como hace unos meses, la cabeza siento que me va a explotar. No se me quita la preocupación por mi padre entre otras cosas. Pero esta vez, no consigo quitarme de encima todo lo que me atormenta. Me pondré una serie de fondo, empezaré a trabajar, a estudiar hasta que Javi venga... Me pondré esas tiritas que duran lo que duran y fingiendo que cada día cuenta. No cuentan nada... Ese es el problema...
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