sábado, 19 de mayo de 2018

Viejos amores

Se reclinan conmigo, vienen a mi cama,
me besan lentamente los recuerdos,
sus labios como un fuego inextinguible
en las noches sin sueño y cigarrillos.

Son los viejos amores. Los que abrieron
surcos de vida hasta los mismos huesos,
erizaron mi piel y me dejaron nombres
en cada oscuro rincón de la memoria.

Viejos días en que amar era lo mismo
que caminar a oscuras por las líneas
de las cartas no escritas, por los besos
de alcohol, por las bocas prohibidas.

Me hablan de las noches, de la niebla
de aeropuertos de cine, de las horas
de exaltación gloriosa de la carne,
de cuerpos perseguidos por los cuerpos.

Me traen hasta la noche los salvajes
besos de las bocas olvidadas, el sudor
de la carne enamorada, el polvo
de las viejas ciudades del olvido.

Son ellas, las que un día me entregaron
el cielo a pedacitos, dibujaron
en mi piel constelaciones. Y dejaron
su aliento entre mis labios y me amaron.


Las siento junto a mí en la cama caliente,
en la copa cuando bebo su locura.
Cuando muero en sus manos. Las recuerdo
como recuerda la sangre a los latidos.

Estarán para siempre. Estos amores viejos,
estos cuerpos de luz y de aire y agua,
me abren el alma y resucitan
mi pobre corazón que los bendice.

Rodolfo Serrano


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