Escribir es muchas cosas.
1.
Escribir es salir a pasear por
dentro de uno mismo y regresar solo cuando has cazado algo, cuando has
comprendido cosas con las que no contabas. Es recorrerse, mirar hacia la vida
con el niño y el adulto con los ojos como platos.
Escribir es una manera de abrir suavemente
las heridas con las manos para ver qué sucede dentro y a continuación contarlo
del mejor modo, con los ojos. Porque los escritores buenos escriben von los
ojos para que puedas verlo tú también, para que visites la emoción como quien
viaja en Jeep por un safari, de animal en animal, de fiera en fiera, desde
detrás del cristal pero inundado de belleza. Así me gustaría escribir a mí,
como un guía, con un lápiz hecho de paisajes y una voz limpia contra las
sombras.
Escribir es un modo de poner en
orden los sentimientos, aunque ponerlos en orden no significa que ni duelan.
Escribir no apaga el dolor, solo lo coloca a la vista, lo vuelve más nítido y
comprensible.
Escribir es a la vez un modo de
apresar el pasado y un modo de soltarlo.
Escribir es un modo de
transformar el vacío en redención aunque lo que escribas provoque dolor, porque
escribir un poema es siempre ganar una batalla.
Escribir es meter las manos hasta
el codo en el diccionario y sacarlas mojadas de palabras dispuestas para ser
servidas sobre una página.
Escribir de tal manera que cuando
se hable de la lluvia caigan chorros de la hoja, hacerlo de tal forma que al
describir una cita sienta un beso aquel que lee.
Escribir para preguntar lo que
haga falta y obtener respuestas limpias, como el corte provocado por un folio.
Que parezca que es la mano del lector la que lo escribe, el pecho del lector el
que lo dicta, los ojos del lector los que traducen.
Escribir y escribirme hasta
vaciarme, aunque lo pierda todo, como Borges, que se quedó ciego de tanto
frotar sus ojos contra la realidad pero que veía el mundo a través de lo que
sus manos escribían.
2.
Se escribe para frenar el tiempo,
para acelerar la alegría. Se escribe para unir el dentro con el fuera, lo que
te golpea las entrañas con los ojos de quien busca una verdad, de quien busca
un poema en que instalarse. Se escribe para contarse por dentro.
Se escribe para que a la palabra
le dé tiempo –en su trayecto del cerebro hasta las manos- a irse transformando
y ser exacta, para que le dé tiempo a explicarse. Se escribe para saberse
decir, para hallar el sentido de las cosas y porque la mano a menudo va más
lejos que el pensamiento.
Se escribe para que cada emoción
tenga una casa de palabras donde refugiarse, comprenderse y compartirse. Un
lugar donde la puedas visitar, hablar con ella.
Se escribe para pasar a limpio lo
que sientes, para poner bombillas a las cosas que aún no ves del todo. Se
escribe con la fe que ese texto te sorpresa, buscando el oro que te da lo
inesperado.
Se escribe para inventar un lugar
donde dos se encuentren, no un bar, no un parque sino un sentimiento que ambos
hayan transitado, quien escribe y quien lee. Un poema es por tanto un punto de
encuentro.
Se escribe para encontrar
respuestas y se lee para sentirse menos solo y comprender que hace ya mucho tiempo
otros se hicieron las mismas preguntas y encontraron las mismas pocas
respuestas. La escritura y la lectura es el lugar a donde acudimos a encontrarnos
en las palabras propias o ajenas. Un poema es por tanto una forma de buscarse
para el que escribe y una forma de encontrarse para el que lee.
Y en el fondo, qué más da todo
esto que ahora cuento. Se escribe y punto.
Marwan
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