Le hicieron más daño del debido.
Dolida,
se cerró el corazón con tres vueltas de llave.
Luego vinieron hombres
que pasaron por su piel
pero nunca dentro.
Yo fui el último en intentarlo.
Acabé roto.
Me hice más daño del debido.
Dolido,
me cerré el corazón con tres vueltas de llave.
Luego vinieron mujeres
que pasearon por mi piel
pero nunca dentro.
Tú fuiste la última en intentarlo.
Acabaste rota.
Dolida,
te cerraste el corazón con tres vueltas de llave.
Luego vinieron hombres
que pasaron por tu piel
pero nunca dentro.
Él fue el último en intentarlo.
Acabó roto.
Le hiciste más daño del debido.
Dolido,
se cerró el corazón con tres vueltas de llave.
Luego vinieron...
Así, de este modo, se fue extendiendo la decepción por la ciudad,
como una plaga de nuestros tiempo,
como un arma de frustración masiva
sobre los corazones de veintipocos.
Y así surgió el resentimiento
que alguna vez cegó a toda mi generación.
Pero conviene recordar que también sucede lo contrario
y un día algo te dice que abras tu corazón
y lo abres
y todo cambia,
porque otro corazón entra por la puerta con ramos de palabras,
besos antibalas, alcayatas donde colgar el calendario del destino
y poco a poco se muere el resentimiento
y se tuerce los tobillos el pasado y ya no nos persigue
y no hay álbum de fotos donde quepa el alborozo que nos viste.
Y curando,
ya no hay más que hacer que vivirlo
y expandir ese mendaje y ser ejemplo.
Y lo que eran lágrimas por dentro y roto en las entrañas
acabará siendo inevitablemente
la onda expansiva de la alegría,
la bomba de racimo de la felicidad.
MARWAN
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