jueves, 25 de octubre de 2018

Vete, pero no te marches nunca


Llegados al punto de mi locura, aunque nunca estuve muy cuerda, creo que es el momento de escribirte lo que nunca voy a ser capaz de decirte. Aunque sea tarde. Escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar. Que no vas a recibir nunca. Que como dice una de mis películas favoritas, luego la quemaré, para que los sentimientos ardan... y duelan menos. No la voy a  quemar, pero la intención es que borre de mi vida esta locura que no me deja dormir.

La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar, ni si dejar hablar a la Belén la fría o a la Belén sensible.

Si habla la primera, te diría que te odio y que quiero que se acabe este teatro porque no te soporto, que no creo en el amor a distancia, que me estás amargando la existencia con tus idas y venidas, que no me creo tus "te quiero" y que estoy harta de tus audios chorras, que me pones muy nerviosa, y que estoy cansada de tus vaciles. Te preguntaría por el nombre del payaso que te tragas todas las mañanas… te gritaría que de mí no se ríe nadie y que para chula estoy yo. Te echaría en cara que creo que no te importo, que estoy dolida porque me parece que viví una mentira, que me engañaste, que me vendiste la moto, que el chico que conocí ha desparecido… que eres un fantasma como todos… en fin, te diría de todo. Y oye, es la verdad, lo pienso. Hay momentos en los que la desesperación es tan grande que puedo llegar a pensar auténticas burradas de ti… porque eres un burro, un bruto, un insensible… pero sé que a medida que yo me pusiera como una loca, se te iría ensanchando la sonrisa en esa cara de bollito que tienes… y te reirías… ¿por qué? Porque eres igual que yo… igual de chulo, igual de orgulloso… y montaríamos un pollo de película… pero bueno, seguiría siendo nuestra película ¿no?

Nosotros, y nuestras discusiones… discusiones de pareja decías tú ¿te acuerdas? Ese día, me asustaste… y mucho. De hecho creo que sigo asustada… Aunque ésta Belén nunca te lo reconocería ni en broma… ¿Quieres que hablemos de nuestras bromas? Empezamos de broma proclamándonos novios de la nada, de broma, de risas…bebiendo, de fiesta… yo tenía ganas de comerme la noche y tú… tú tenías ganas de comerme a mí costara lo que costara. Nada más mirarme en la barra de ese pueblo, te negaste a servirme y me hablaste con esos aires “de todo me importa un pescado” y sabía que me dejarías fuera de juego… y tuve que esforzarme por demostrarte que no pensaba quedarme atrás… que si tengo fama de borde era por algo…pero te hacía gracia, no te disgustaba… y yo empecé a odiarte por ello… pero estaba fascinada. Y así fueron todas las noches que nos encontramos, fuera coincidencia o no, me mirabas, me llamabas mi amor para ponerme colorada y te reías... alto, muy alto… para que se enterara todo el mundo que tú y yo no nos íbamos a separar en toda la noche.

Belén la sensible, es un poco más tontorrona, supongo que es esa parte de mí que aún confía en ti, ¿sabes? Sigue estancada en el verano… vive en un eterno agosto, donde tú eras el que ponía todo de su parte. El que insistía. El que se enfadaba y enseguida volvía. Sé que fue poco tiempo… menos del que me gustaría, y no, no me lo digas, sé que fue mi culpa… como otras tantas cosas… Pero es la Belén que apuesta porque a pesar de que vayas y venga… te importa esto, te importo y quiere creer que detrás de las bromas, las verdades asoman… Es la que relee las conversaciones y se conciencia de que hay 180 km de distancia, mucho orgullo, pero que si que sentimos más de lo que decimos… y más de lo que decidimos que sentiríamos cuando nos despedimos aquel viernes… Es la que se recuerda que es tonta por pedirte que no me llamaras cuando quería que lo hicieras… la que intento alejarse… y la que sabe que todo empezó siendo un juego…

Un juego... Pero la Belén racional, porque también la hay, te evitaba. Era consciente del peligro, de la situación, de a donde no quería llegar… pero era verano, ¿qué mal podría pasar por dejarse llevar? Y de pronto, las conversaciones en vez de por WhatsApp, empezaron a ser bajo las estrellas, en tu coche, aunque siempre te dije que le odiaba, me sentía como en casa. Llegaron los besos, los abrazos, los "te voy a echar de menos"… era pronto para todo eso, pero en el fondo me moría cada vez que lo pronunciabas, yo también sabía que te echaría de menos, pero no me permitía el lujo de exteriorizarlo… siempre fuiste el valiente de los dos… Me sorprendiste en todos los sentidos… y empezó a temblarme el pulso cuando me llamabas, sonreí al decir tu estúpido apodo y me resultaba tu nombre el más bonito, esperar verte en cualquier esquina, con cualquier excusa… te hiciste importante… mucho. Y juro que el primer día que nos despedimos en mi puerta pensé… ¡joder yo quiero esto!

La verdad es que puedo ser muchas Belenes en función de la situación, puedo ser muy insoportable, muy rancia o tremendamente ñoña… pero la que tienes enfrente del papel, esta confusa… no sabe qué hacer… No logro entenderte, ni entenderme. ¿Qué quieres? ¿Qué quiero? ¿Esto nos compensa? Yo solo quería seguir como en verano… que sí, que es difícil, que la situación es distinta… y sé que no te ayudo, que en muchas ocasiones salgo corriendo antes de que hayamos empezado a andar. Sé que yo también te he vuelto loco… Creo que me he cansado del sí, pero no. De las cosas a medias. De sentirte lejos y cerca. Creo que necesito más de ti… ¿Para qué? Me preguntarás. Pues no lo sé… no puedo prometerte un para siempre ni que no me cansaré de estar así también, y que solo espero que no quede en un amor frustrado del pueblo… Lo que si se es que eres la orna de mi zapato… y por eso estoy enganchada, enchochada, llámalo como quieras, porque no pienso reconocer que te quiero, ya sabes, por si tú no… Así que hasta que nos aclaremos… Vete, pero no te marches nunca…

Belén Triguero Guijarro




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