Llegados al punto de mi locura, aunque nunca estuve muy
cuerda, creo que es el momento de escribirte lo que nunca voy a ser capaz de
decirte. Aunque sea tarde. Escribir lo que ha sucedido en una carta que no te
voy a mandar. Que no vas a recibir nunca. Que como dice una de mis películas
favoritas, luego la quemaré, para que los sentimientos ardan... y duelan menos.
No la voy a quemar, pero la intención es
que borre de mi vida esta locura que no me deja dormir.
La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar, ni si
dejar hablar a la Belén la fría o a la Belén sensible.
Si habla la primera,
te diría que te odio y que quiero que se acabe este teatro porque no te
soporto, que no creo en el amor a distancia, que me estás amargando la
existencia con tus idas y venidas, que no me creo tus "te quiero" y que estoy harta
de tus audios chorras, que me pones muy nerviosa, y que estoy cansada de tus
vaciles. Te preguntaría por el nombre del payaso que te tragas todas las
mañanas… te gritaría que de mí no se ríe nadie y que para chula estoy yo. Te
echaría en cara que creo que no te importo, que estoy dolida porque me parece
que viví una mentira, que me engañaste, que me vendiste la moto, que el chico que
conocí ha desparecido… que eres un fantasma como todos… en fin, te diría de
todo. Y oye, es la verdad, lo pienso. Hay momentos en los que la desesperación
es tan grande que puedo llegar a pensar auténticas burradas de ti… porque eres
un burro, un bruto, un insensible… pero sé que a medida que yo me pusiera como
una loca, se te iría ensanchando la sonrisa en esa cara de bollito que tienes… y
te reirías… ¿por qué? Porque eres igual que yo… igual de chulo, igual de
orgulloso… y montaríamos un pollo de película… pero bueno, seguiría siendo
nuestra película ¿no?
Nosotros, y nuestras discusiones… discusiones de pareja
decías tú ¿te acuerdas? Ese día, me asustaste… y mucho. De hecho creo que sigo
asustada… Aunque ésta Belén nunca te lo reconocería ni en broma… ¿Quieres que
hablemos de nuestras bromas? Empezamos de broma proclamándonos novios de la
nada, de broma, de risas…bebiendo, de fiesta… yo tenía ganas de comerme la
noche y tú… tú tenías ganas de comerme a mí costara lo que costara. Nada más
mirarme en la barra de ese pueblo, te negaste a servirme y me hablaste con esos
aires “de todo me importa un pescado” y sabía que me dejarías fuera de juego… y
tuve que esforzarme por demostrarte que no pensaba quedarme atrás… que si tengo
fama de borde era por algo…pero te hacía gracia, no te disgustaba… y yo empecé a
odiarte por ello… pero estaba fascinada. Y así fueron todas las noches que nos
encontramos, fuera coincidencia o no, me mirabas, me llamabas mi amor para
ponerme colorada y te reías... alto, muy alto… para que se enterara todo el
mundo que tú y yo no nos íbamos a separar en toda la noche.
Belén la sensible, es
un poco más tontorrona, supongo que es esa parte de mí que aún confía en ti, ¿sabes? Sigue estancada en el verano… vive en un eterno agosto, donde tú eras el
que ponía todo de su parte. El que insistía. El que se enfadaba y enseguida volvía.
Sé que fue poco tiempo… menos del que me gustaría, y no, no me lo digas, sé que
fue mi culpa… como otras tantas cosas… Pero es la Belén que apuesta porque a pesar de que vayas y
venga… te importa esto, te importo y quiere creer que detrás de las bromas, las
verdades asoman… Es la que relee las conversaciones y se conciencia de que hay
180 km de distancia, mucho orgullo, pero que si que sentimos más de lo que
decimos… y más de lo que decidimos que sentiríamos cuando nos despedimos aquel
viernes… Es la que se recuerda que es tonta por pedirte que no me llamaras
cuando quería que lo hicieras… la que intento alejarse… y la que sabe que todo
empezó siendo un juego…
Un juego... Pero la Belén racional, porque también la hay,
te evitaba. Era consciente del peligro, de la situación, de a donde no quería
llegar… pero era verano, ¿qué mal podría pasar por dejarse llevar? Y de pronto,
las conversaciones en vez de por WhatsApp, empezaron a ser bajo las estrellas, en
tu coche, aunque siempre te dije que le odiaba, me sentía como en casa.
Llegaron los besos, los abrazos, los "te voy a echar de menos"… era pronto para
todo eso, pero en el fondo me moría cada vez que lo pronunciabas, yo también
sabía que te echaría de menos, pero no me permitía el lujo de exteriorizarlo…
siempre fuiste el valiente de los dos… Me sorprendiste en todos los sentidos… y
empezó a temblarme el pulso cuando me llamabas, sonreí al decir tu estúpido
apodo y me resultaba tu nombre el más bonito, esperar verte en cualquier
esquina, con cualquier excusa… te hiciste importante… mucho. Y juro que el primer
día que nos despedimos en mi puerta pensé… ¡joder yo quiero esto!
La verdad es que
puedo ser muchas Belenes en función de la situación, puedo ser muy
insoportable, muy rancia o tremendamente ñoña… pero la que tienes enfrente del
papel, esta confusa… no sabe qué hacer… No logro entenderte, ni entenderme.
¿Qué quieres? ¿Qué quiero? ¿Esto nos compensa? Yo solo quería seguir como en
verano… que sí, que es difícil, que la situación es distinta… y sé que no te
ayudo, que en muchas ocasiones salgo corriendo antes de que hayamos empezado a
andar. Sé que yo también te he vuelto loco… Creo que me he cansado del sí, pero
no. De las cosas a medias. De sentirte lejos y cerca. Creo que necesito más de
ti… ¿Para qué? Me preguntarás. Pues no lo sé… no puedo prometerte un para
siempre ni que no me cansaré de estar así también, y que solo espero que no
quede en un amor frustrado del pueblo… Lo que si se es que eres la orna de mi
zapato… y por eso estoy enganchada, enchochada, llámalo como quieras, porque no
pienso reconocer que te quiero, ya sabes, por si tú no… Así que hasta que nos
aclaremos… Vete, pero no te marches nunca…
Belén Triguero Guijarro
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