viernes, 4 de enero de 2019

Fugaz

Supongo que, aunque estaba muy soleado el cielo, en parte lo veías todo muy gris. Supongo que era ese miedo a confiar, a que nadie te volviera a inspirar para perderlo. Esos ojos que, aparte de preciosos, dicen que no lo han pasado del todo bien. Que se aproximan meses de cambio, pero a mejor. Que te mueres de ganas de dar el paso que te haga un poquito más feliz.

Y fue ahí, sin avisar. Supongo que tenía que ser. Podríamos jugar a contar minutos para saber cuál de los dos habla más. No tengo muy claro yo quién ganaría.

Como la primera vez que vi cómo no dejabas que el pelo se te pusiera delante de la cara, sujetándolo con tus gafas de sol. Esas que bajabas en un acto reflejo cada vez que te pegaba el sol de frente.

Nos sacamos una foto de esas donde yo siempre salgo mal, pero que no borraría ni de coña. Igual que esos besos de semáforos en rojo con Andrés de fondo.

Y subir a algún edificio alto de la ciudad, con olor a verano. Con dos Coca-Colas con mucho hielo. Para demostrar que algunas veces, y aunque el cielo esté despejado, se miran antes las estrellas en tu mirada. Y tumbados, levantando la mirada, pasó también una fugaz. Aunque no te lo dije en su momento, mi deseo fue que tú no lo fueras.
Y que pudiera encontrarlas en ti, en cualquier punto elevado de todas las ciudades del mundo. Aunque tú ya brilles siempre por donde pasas.


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