domingo, 12 de mayo de 2024

Un arenero

 Domingueando.

Qué gusto. Ir al parque, a un arenero y sentirte libre. Volver a ser un niño. Disfrutar de mis niños en compañía de amigos.

Hacer del plan más horrible del mundo, una mañana de las que duran en la memoria. Sí, seré mala madre, pero es que no me gustan los parques. Sentirte escuchada y comprendida por una mamá amiga. Por desahogarte y ver qué no hay mejor terapia que salir de casa bajo el sol primaveral con mis cachorros y llenarte de polvo mientras juegas con el cubo y la pala.

Volver a ser niña con la coleta plantada en la cabeza. Y darlo todo por ellos. Por primera vez en mucho tiempo, sentir que lo hago bien. 

Ver a Cuquito tan contento con otros niños, con otros bebés, tan integrado me alegra y me enorgullece ver cómo evoluciona Helena a pasos agigantados.

Más mañanas... O tardes como las de hoy, son las que me hacen sentirme bien. Y qué tontería, unas palas y un arenero. Unos amigos y unos niños. Un paseo y un poco de sol. Con que poco soy feliz, con que poco me queda satisfecha. 

Agradecer a Laura por encontrarnos en un camino que es más una encrucijada paralela. Dónde sí existe, por una vez, la empatía. Ya que las dos estamos viviendo y sintiendo cosas muy parecidas.

Con estos días renuevas las fuerzas, pones el contestador a cero. Sales adelante y los relojes se paran. Es más, quieres que se paren. Aquí estás porque quieres estar, no hay compromiso. No hay ni mas ni menos dinero que te límite. No debes nada y nadie te debe. Es la paz del arenero. La paz que siente un niño que no sabe lo que es ser adulto. 

Y mañana más. Nos toca otro amigo de Cuquito. Pues va a ser que me gustan los parques... Realmente... Cualquier parcelita de naturaleza aunque sea artificial, a mí me parece el paraíso... Y ver a los míos siendo ellos, siendo niños, manchándose, experimentando, sociabilizando, creciendo y evolucionando... Me parece el mayor regalo de todos.




viernes, 10 de mayo de 2024

Un día más

 Una noche larga y solo acaba de empezar. Hoy debe ser que he colapsado y no sabría decir cuál es la gota que colmó el vaso. Hoy me levanté descompuesta en todos los sentidos, perdida y sin reconocerme. Abatida. Necesitaba huir de todo y de todos, de mí. Siempre fui mi peor enemigo. 

Las terapias remueven, te alteran. Y yo ya lo probé. No me hizo nada bien, y... Creo que será más de lo mismo. Más urgar en heridas mal curadas, que ya no escuecen pero tampoco sanan.

Últimamente me dan ataques de pánico en Mercadona, sí. No sé por qué. Estoy empezando a cogerle manía a ese supermercado. Pero todo está en mi cabeza. Y en mi corazón. 

Y la noche no va a mejor. He probado todas las camas de mi casa. Dormir con mi hija que me calma. He intentado dejar a las pastillas de lado, pero ni aún así se me calma esta desazón que siento. Este dolor de cabeza tan duradero ya, este corazón que galopa en mi pecho. Las manos, los pies, las piernas... Ceden a mi peso. Me siento débil y no sólo físicamente. Y lo más duro es un nudo en la garganta que duele, y que lleva ahí todo el día. Me ahoga tanto que dejo de respirar por momentos. Y los ojos se me llenan de todas las lágrimas que no lloro. Porque yo estoy bien, siempre lo estoy. A solas, acompañada. Yo puedo con todo, sola. Y siempre bien. Nadie sabrá lo que padezco detrás de mi sonrisa fingida, de mi frialdad y de mi apariencia de WonderWoman.

Sé que es ansiedad. Sé que la casa duerme y yo tengo que seguirlos porque sino mañana no seré la madre que se merece mi bebé. Mañana no podré fingir que todo va bien porque las caras... Ay, las caras... Revelan tanto...

Es una mezcla de ansiedad y pánico. No me puedo permitir sentirme tan derrotada, tan trate y abatida. Por lo menos, hoy ni hubo visitas en casa y pude... Ser yo. La yo de este momento y la yo que puedes ser cuando las puertas se cierran y estás en la intimidad de tu casa. 

Me eché en la cama, en mi habitación mientras mi bebé dormía sus largas siestas... Y pensé, dejé que mi cerebro organizara sus ideas y llegara a un acuerdo con mi corazón. Pero... Todo se lió aún más dentro de mí. Nunca terminan en acuerdo estás cosas del sentimiento.

Siento que me estoy muriendo. Que sobro en todas partes, que no estoy a la altura en ninguno de mis papeles. No he encontrado a mi autoestima hoy... 

Hoy es uno de estos días que me hacen viajar a julio del 2019. Aquí todo está hecho, nadie me necesita y nadie es imprescindible. 

Pero miro a mi niña, y en el egoísmo de mis pensamientos. Cuando eres madre, tú eres la segunda. Tus prioridades cambian, aún no tengo claro si en cambio es bueno o malo, pero todo ha cambiado. Y todo lo que, seguramente, haré en la vida... Incluidos los errores, será pensando en ella. 

Seamos optimista. A veces son solo etapas, otras... Temporadas, pero en nosotros está la fuerza de seguir un día más, siempre, un día más.



miércoles, 8 de mayo de 2024

Gracias por despertar

 - Pero, ¿qué haces? ¿Qué es todo esto? - preguntó Gema asombrada al entrar en casa.

- Quería sorprenderte.

- Pues desde luego que lo has conseguido. ¿Lo has cocinado tú? Quería compensarte por lo de la coctelería. Es mucho mejor que ir a la cantina, ¿verdad? - dijo Joaquín colocando su chaqueta en la silla nerviosamente - Es que... Gema, tienes razón.

- ¿Tengo razón exactamente en qué?

- Pues que me he dado cuenta que...

- Dime.

- Me he acostumbrado que cuando algo sale mal, seas tú la que saques el tema, y seas tú la que encuentres las soluciones porque yo soy incapaz de hacerlo. Y también me he acostumbrado a que cuando alguien me da un golpe, seas tú la que me levante o lo que es peor, a que seas tú sola la que se levanta porque eres tú quien tiene la fortaleza para hacerlo y no yo. Gema, me he acostumbrado a que tú tires del carro y sabes qué, que es normal de que estés harta de mí, de que estés cansada y que estés decepcionada conmigo. Pero hay una cosa que no te voy a conceder.

- ¿El qué?

- Yo sigo sintiendo que lo tenemos todo, que nuestra vida está por estrenar y que todo, todo es posible.

- Pues sinceramente, Joaquín, no lo parece.

- Siéntate. Siéntate, por favor. No lo parece, porque como tú dices, me he acostumbrado a esta vida y soy incapaz de ver otra. Pero yo sigo enamorado de ti hasta el tuétano.

- Anda, venga ya.7

- Sí, es verdad, Gema. Mira tú yo no tenemos la vida que nos imaginábamos, pero en el fondo seguimos siendo esa pareja de jóvenes que se miraba a los ojos sin hablar durante horas, ¿sí o no? ¿Te acuerdas?

- Muy poco.

- Me acuerdo perfectamente cuando nos bañábamos en el Tajo, por ejemplo. Esos días de aquellos paseos tan calurosos.

- Hace mucho de todo eso.

- Ya, pero yo te sigo queriendo igual.

- ¿Pero qué dices?

- Sí. Gema, ¿acaso no reconoces en mí ninguna de las cosas que te enamoraron? ¿No? Mira, empiezo yo. Tu risa. Tu risa en el cine.

- ¿En el cine? - se rio Gema algo incrédula.

- Sí, tu risa en el cine era escandalosa. Era escandalosa y a mucha gente le molestaba, pero a mí, me encantaba. O como hacías los bocadillos cuando nos íbamos de excursión.+

- Solo le ponía un poco de mortadela. Un poco de tomate, nada más.

- Es que no es el qué. No es el qué, Gema. Es el cómo. La atención que ponías en cada detalle. Lo absorta que te quedabas haciendo los bocadillos, con tanto detalle, con...

- Con amor.

- Y mira, ¿ves? Como te retiras el pelo de la cara y te lo pones detrás de la oreja, me encanta. Tú puedes pensar que yo... ya no te valoro, ya no te respeto, que no te escucho, que no te miro... y yo... te sigo queriendo como el primer día. Y cuando te veo aparecer por casa inesperadamente o por la colonia se me acelera el corazón.

- Sí - contestó Gema agachando la cabeza.

- Es verdad - dijo Joaquín con ojos de enamorado.

- A mí me gustan de ti muchísimas cosas.

- ¿Ah, sí?

- Sí. 

- ¿Por ejemplo?

- Pues cuando... te pones el abrigo. Que haces un gesto así con los hombros, es muy masculino. Me encanta.

- Gema... Vamos a cuidar esto. Es lo más bonito que tenemos.

- Gracias por despertar - Y Gema le besó con todo su amor a su marido.



Quiero más

 - ¿Qué haces aquí? - Preguntó Gema.

- Quería verte antes de comer - le respondió Joaquín, su marido.

- Ah - se sorprendió dejando los trapos de la cocina en la encimera.

- ¿Cómo estás? - preguntó su marido a Gema, que guardó silencio - ¿Sigues enfadada?

- Ojalá lo estuviera. Al menos sentiría algo y no esta apatía por tu parte... Y por la mía - terminó diciendo mientras cortaba las verduras del guiso - Sé que lo nuestro te preocupa, Joaquín. Pero tú siempre cree que son problemas puntuales. Riñas de pareja que se pueden arreglar con un ramo de flores.

- Y no es así - dijo Joaquín.

- De un tiempo a esta parte, ya no - negó Gema - Esto no es una discusión como las que teníamos antes, como las que puedan tener todos los matrimonios. Esto es un naufragio. Nos estamos ahogando Joaquín.

- Gema, yo sólo cambié el plan de ir a la coctelería por el de ir a la cantina porque no nos quedaba otra...

- No vuelvas a eso. No hace falta.

- Pero es que es la verdad - dijo Joaquín exasperado.

- No, no lo es. Siempre hay otra salida. ¿No te acuerdas de lo que te dije cuando te colgaron el teléfono?

- Sí, sí. Tu plan sin fallos. Ir allí y cantarle las cuarenta al marqués de Valmonte para que nos dejara su asiento.

- No, nada de su asiento. Esa reserva estaba a nuestro nombre.

- Gema, prefirieron dársela a alguien con más categoría. Nosotros somos unos donnadies.

- De verdad, déjalo - dijo Gema volviendo a los fogones - No insistas. No quiero volverte a decir cosas tan duras como las que te dije ayer. 

- Dímelas - exigió Joaquín - Dímelas. Yo las acepto, pero no te enfades conmigo, por favor.

- Es que no has entendido nada, Joaquín Merino. Si yo me enfado es precisamente porque tú lo aceptas todo. Y yo siento que así no puedo vivir más.

- ¿Y qué hago, Gema? Dime, va, ¿qué hago? Revelarme contra todos sin saber dónde voy.

- Aspirar a más. Guardar algún sueño para el futuro. Imaginar una versión mejor de ti mismo... de mí... de nosotros. Pero mírate. Tú te has rendido... me estás arrastrando contigo.

- ¿Y eso qué quiere decir?

- Lo que te intento decir es que... Yo no quería esta vida para mí.

- Yo tampoco, créeme.

- Pero a ti no te quita el sueño, es lo que te intento decir. Nos estamos desmoronando. Yo cuando veo la ilusión de María en su matrimonio, no sabes la envidia que me da. Esa sonrisa de enamorada, esa fuerza que te da saber que lo tienes todo por hacer, que tu vida está justo estrenada, que... que todo es posible.

- María es...

- Una señora, lo sé.

- La mujer de Andrés de la Reina.

- Y míranos a nosotros. Yo aún soy joven, y tenemos mucha vida por delante. Yo no quiero acabar como tu madre, sola, sirviendo en una casa ajena, sin ningún alero por cumplir en el horizonte. Perdona - dijo consciente de lo que había dicho - Perdona, Joaquín. Sé que no ha sido el mejor ejemplo ese.

- No, no. Ha sido muy buen ejemplo. Ha quedado muy claro lo que quieres decir - respondió pensativo - ¿Sabes qué, Gema? - Que a lo mejor yo también me estoy cansando.

- ¿De qué?

- De sentir que, ni mi madre, ni nuestro matrimonio, ni nuestra casa, ni yo somos suficientes para ti. Mira, yo hay cosas que no puedo cambiar. Y ya no sé qué más puedo hacer.

- Ese es el mayor problema. Que no eres capaz de vislumbrar una salida. 







sábado, 20 de abril de 2024

Bienvenida a mi vida

 La ansiedad, los ataques de ansiedad y de pánico, llegan a nuestra vida un día en el que pensamos que moriremos y... solo es eso, ansiedad. No es un tema que me llame la atención, la padezco desde hace mil años y es una buena compañera de viaje si haces las paces con ella. Te dejo quedarte, pero no me incordies mucho. 

Lo que me molesta de este tema es la visualización que se tiene de él y la falta de conocimiento. Todos se creen que pueden juzgarte por las tonterías de preocupaciones que tienes y que te hacen llevar un nublado en la cabeza con sus tormentas. Las "tonterías" que llevamos, solo son la punta de un iceberg enorme, de unas mochilas que cada día pesan más, y que cada uno lleva como quiere y... como puede.

A mí, mi psicóloga a la que siempre estaré agradecida, me animó a escribir en el blog. Y para escribir, meditar, reflexionar y pasar esos latidos que juegan a romperte el pecho, ese nudo en la garganta que sujeta a duras penas las lágrimas, necesito soledad. Necesito mis días en los que tenga mi momento de recuperación. Esos días donde me lamo mis heridas y me preparo para volver tan fuerte como siempre.

Hay gente que los pasa con su familia, amigos, en el campo, en la playa. A mi me gusta la intimidad de mi habitación. Lo he hecho así desde el primer ataque de ansiedad que tuve. Siempre detrás de una puerta cerrada, en silencio y sin molestar al de al lado. Sin verter en el otro todo el veneno que se concentra dentro de nosotros nacidos de las preocupaciones y del día a día.

Nunca juzgaría las formas de sobrellevar la ansiedad. Sólo aquellas que dañan a los que están a tu alrededor. Es algo que se convierte en conocido, aprendes a manejarlo y es bastante injusto que tu familiar, amigo o tu mascota, pague nuestro peaje de la vida. Por eso jamás me enfadaré si me dices que no a un plan, si fallas en una quedada porque no te encuentras con ganas, si me dejas plantada con una comida. Te entiendo, te comprendo... y te respeto.

Es lo único que pido. Preguntas, sin juzgar, sin presionar, sin opinar y sin consejos. Os aseguro que si una persona quiere hablar y desahogarse, lo hará, cuando ella esté dispuesta y preparada para ello. Aprendamos a convivir con un "No". Somos individuos y cada uno con nuestro mundo y nuestra personalidad, viviendo como mejor sabemos, aprendiendo de los errores y a veces, sobreviviendo. Por favor, solo respeto al que atraviesa un camino similar al mío y a su manera de asimilarlo.

No siempre necesitamos a la familia, no siempre necesitamos a un amigo. Algunos raros como yo... Nos necesitamos a nosotros mismos, querernos, darnos ánimos y no dejarnos en el camino abandonados como en ocasiones de antaño. Como he escrito antes, todos hemos aprendido y cada uno como ha podido y sabido a hacerlo. Respetemos el espacio de cada persona y sus condiciones, y más si conocemos a esa persona. Y si por el contrario, con toda tu mejor intención, la estás agobiando y recibes un "No" de respuesta, tómatelo como un trocito de suerte que te ha llevado a conocer mejor a esa persona, a quererla bien y no mucho, y quizás, a ayudarla de verdad.



lunes, 15 de abril de 2024

Fracasar

Un día nos casamos, formamos una familia, somos felices unos años... y de repente todo cambia, sin darnos cuenta, el amor se acaba.

Y entonces la gente murmura, te juzga y al final sentencian: "fracasaron en su matrimonio" y no es cierto.

Fracasar es jugar a ser "la familia feliz".

Fracasar es engañar a tu pareja, a tus hijos y a ti mismo/a...

Fracasar es quedarse por conveniencia.

Fracasar es manipular a tu pareja con los hijos.

Fracasar es vivir una vida gris.

Fracasar es no llegar feliz a tu casa cada noche.

Fracasar es mendigar el amor de quién ya no te ama.

Fracasar es fingir que amas.

Fracasar es quedarse por miedo a la soledad.

Fracasar es vivir con alguien por miedo al "qué dirán".

Fracasar es no luchar por ser feliz.

Fracasar es creer que el amor no existe...

Mi respeto para todos los que han tenido el valor de no vivir en el fracaso.

Y el mayor de los aplausos para todos los que siguen felices y enamorados después de tantos años.

Lucha por tu matrimonio, pero cuando ya no haya por qué luchar...

Lucha por tu felicidad.





domingo, 14 de abril de 2024

Metamorfosis de una madre

 Cuando nació mi primer hijo me sentí muy sola. Primero lo atribuí a que estaba lejos de mi familia, ya que vivía a nueve mil kilómetros de mi país de origen. Tiempo después y hablando con otras madres que contaban con la presencia cercana de sus familiares y amigas de siempre y aun así se sentían desamparadas, me di cuenta de que lo que estábamos experimentando era una soledad emocional compartida, nacida del querer criar de otra manera, siguiendo los instintos, nadando a contracorriente. Al hacerlo, estábamos solas en contra de todo lo establecido socialmente, en contra de todos los paradigmas. Esa soledad tiene que ver, por un lado, con una sensación de no tener con quién hablar de las inquietudes maternales, y no porque no haya con quién hacerlo, sino porque a ese entorno no le interesa o no le parece válida nuestra experiencia o nuestra inquietud. También tiene que ver con el aislamiento al que nos enfrentamos las madres con bebés y niños pequeños: las calles no están acondicionadas para pasear con un cochecito, muchos restaurantes bares o lugares públicos no están preparados para los peques y, lo que es peor aún, a gran parte de la sociedad le molestan los bebés, les aturde la infancia. Por lo que no es de extrañar que una mamá decida quedarse encerrada en casa para ahorrarse los juicios y críticas por dar teta, por ocupar la acera con su cochecito, por no saber «corregir» a un «niño berrinchudo», para evitarse miradas de horror cuando su criatura llora. Cada vez más solas, cada vez más aisladas. Esto es incluso más intenso para quienes no regresan a sus trabajos formales, porque aquellas que lo hacen, aunque sea, tienen un entorno adulto con el que hablar de algo más que de los hijos. Siendo además real que para esta sociedad culpógena y adultocéntrica sin importar lo que una madre decida, siempre habrá algo que esté haciendo mal, siempre habrá algo que pueda hacer mejor. Lo paradójico es que este juicio de valor no recae sobre los padres de la misma manera.

Por otra parte, no todo es sombra en la maternidad actual, hay luz, mucha luz y es la que viene de los hijos quienes terminan por ser nuestros grandes maestros. Al principio dudamos si estamos haciendo las cosas bien, si es conveniente seguir el instinto, la intuición materna. Con el tiempo nos damos cuenta de que sí, que sí estábamos en lo correcto y eso lo podemos evaluar al ver el crecimiento y desarrollo de nuestros peques. No hay nada más revolucionario que una criatura que ha desarrollado su inteligencia emocional, que se quiere, se valora, que es perseverante, que tiene su propia voz, que no tiene miedo de sus padres, sino que los respeta y confía en ellos porque también se siente respetado. Aun así, creo que, el cuestionarnos constantemente si lo estamos haciendo bien o no, seguirá siempre latente, y eso es positivo si esta reflexión nos ayuda a hacer ajustes, a trabajar en nuestras debilidades, miedos, limitaciones, siempre teniendo presente que damos lo mejor de nosotras, dejando la culpa y el perfeccionismo de lado.

Lo que leerás a continuación, se gestó sobre la base de mis experiencias a corazón abierto transitando una maternidad niñocéntrica y solitaria. No vas a encontrar nada sobre desarrollo infantil o consejos de maternidad, solo una visión, una reflexión, vulnerable, a carne viva poniendo en palabras mis sentimientos, aprendizajes, cuestionamientos en mi metamorfosis como mamá. Espero que en mis palabras te veas reflejada, y te sientas acompañada. Reflejarse en otras, leer algo y sentirse absolutamente identificada es sanador y nos libera un poco de tanta carga, de tanta culpa.

Hablar con otras en nuestra misma situación, compartir, hacer catarsis, sacarlo de adentro es una forma de descomprimir, de sentirse contenida, abrazada y eso es lo que pretendo hacer con este libro, esa es la misión de mis escritos: darte voz, hacerte visible y recordarte que: «lo estás haciendo bien».




lunes, 25 de marzo de 2024

Desde tu ventana

 Querido marido:

Hay una soledad que te invade tu cabeza. Pero tu corazón ha de mirar más allá, a tu alrededor. Ha de mirar con amor. Estás rodeado de la familia que has elegido, que tú has creado y que mantienes a tu lado. Tienes a Cuquito, tienes a Helena, y por qué no, tienes a Maya.

Mucha gente sueña con formar su familia, y por miles de razones... Es un sueño que no sale adelante y se queda estancado en algún lugar de su interior.

Eres una pieza fundamental para que toda esta locura funcione. Nada funciona sin ninguno de nosotros. Parece que nos hicieron a medida y cada uno tiene una función diferente. Entre todos, avanzamos. Tengo que reconocer que Helena es el motor de nuestras vidas. Llegó justo cuando debía de llegar, y siempre me pregunto al mirarla... ¿quién dio la vida a quién? 

Si miras fuera... Desde tu ventana, padres y amigos, también cumplen su función de que este mundo parezca menos gris. Cada uno, a su manera, pinta de color. 

Hace tiempo que dejamos de ser dos... Creo que nunca fuimos dos. Y no creo ni en el destino ni en nada parecido. Pero creo en las ganas y en la fuerza de cada uno para vivir. Habrá días mejores y otros, pues que no tantos. Pero nadie aprendería a valorar la felicidad si solo se alimentara de ella. Hay que tener tristeza, para valorar la alegría. Hay que sufrir para saber ser feliz. Y los momentos, las pequeñas cosas del diario son las que nos pintan una sonrisa... Y las mismas, las que nos hacen llorar.

Cada vez que te pierdas en tu móvil, entre las proteínas, y en tu mundo, piensa... Qué alrededor está el verdadero motor de lo que te saca adelante. Y no te pierdas un desayuno en familia, no te pierdas los brazos de tu hija, los lamidos de Maya, los despertares en familia, las llamadas de amigos... No pierdas detrás de deseos vanos a la felicidad.



lunes, 11 de marzo de 2024

12 de febrero de 2024

 Hace poco... Estuve pensando en el verano del 2019. La peor época de mi vida. Concretamente julio. 

Nunca he contado qué me pasó. Qué hice. Solo las personas más allegadas lo saben y lo vivieron conmigo. Os diré... Que la idea de desaparecer me aliviaba, me daba paz. E hice todo lo que juré que jamás iba a hacer por respeto a mí misma o... Por miedo.

Nunca iba a quedar con chicos de internet, nunca iba a salir con desconocidos. Nunca hablaría con nadie que no hubiera conocido antes personalmente... Entre otras muchas cosas... Porque... Lo que antes me daba miedo, ya no me lo daba. Le perdí el respeto al miedo y a la muerte. Y cuando se lo pierdes, y te pierdes el respeto a ti misma te conviertes en un arma de destrucción masiva. Todo lo que tocas, lo matas. Te vuelves fría, egoísta, calculadora. Avanzas hacia lo que te da beneficios exclusivamente aplastando todo lo que se interponga en tu camino. No hay sentimientos ni para una misma.

Ahora... Estoy en una época negra, muy muy oscura. Tampoco voy a dar más explicaciones que el cúmulo de cosas y el creer que eres indestructible. Todo sale. Todo.

La diferencia de ahora es que el hielo me lo fundió mi hija al nacer. Me devolvió mis miedos, me devolvió mi calor, mis sentimientos. Helena me salvó el mismo día que ella nació. Y no lo sabe, pero cuando sea mayor, le contaré mi historia. Hay personas, hay amores por los que merece la pena luchar y dejarnos la piel en el camino. Hay mini deditos que te atan a la vida de una forma tan brutal que es indescriptible.

Ella es el motor y mi corazón, mi latido y mi oxígeno para vivir. Por ella soy capaz de mover montañas, mundos y lo que venga por delante. Soy capaz de creerme WonderWoman y salvar a papá cuando lo necesite, salvar a Maya también. Soy capaz de luchar por mi familia si es que alguno se tambalea en algún momento. Pienso ser la gasolina de esta familia, la que nos saque adelante en todos los sentidos. No pienso dejar a nadie por el camino.

Y toda mi fuerza me la da la más pequeña de la casa. Hija... Tú sí que eres WonderWoman.



sábado, 3 de febrero de 2024

Helena, mi gran inspiración

 Por fin te has dormido mi bebé. Me siento fatal al perder la paciencia contigo, al llorar en silencio porque no doy más. Porque el cansancio me puede muchas veces. Me hace sentir que soy una madre nefasta. Y tengo un cargo de conciencia horrible al pensar que antes hacía muchas cosas que ahora no puedo. Demasiadas veces me siento como un fracaso de persona y eso se va quedando dentro.

Pero te mira, y todo... Absolutamente todo, merece la pena contigo. Eres lo más bonito que me ha pasado, mi sueño cumplido. Mi bebé perfecta. Eres lo más en todo... Hasta en liarla siempre que puedes con tu mirada de pilla, sabiendo lo que haces.

No sabes la fuerza que me das para no tirar la toalla en muchas cosas, que quizás, antes la hubiera tirado. No eres consciente de lo que es amar hasta que eres madre, y por mucho que lo escriba, quién lo lea (si no es madre) no lo entenderá. Es un auténtico cordón umbilical el que nos ata a nuestros hijos. Son el motor de la vida. Nuestra propia felicidad depende absolutamente de ellos, de si están malos, de si logran cosas nuevas, de su día a día... Es la aventura más al límite que he vivido y sigo viviendo, porque cada día es único. 

Y de repente, la vida se pone a correr, los días pasan, los meses... El bebé crece y ya es mayor (nunca lo suficiente para las madres) y da mucho vertido. Siempre a expensas de ellos, detrás para que no se caigan, dando tu vida por ellos con los ojos cerrados. Dejando tu corazón en sus manos para que lata por ellos si es necesario. Suena... Exagerado, pero juro que es lo más real que he vivido. Y todo esto lo siento nada más mirarla cada día, despierta o dormida. 

Helena... Me has dado la vida y me la das todos los días. Por ti, lucho contra lo que sea, porque a tu lado, soy mucho más fuerte. Eres la versión mejorada de papá y mamá. Eres una todoterreno. Y solo puedo sentir orgullo y amor... Mucho, muchísimo amor.



Él... Ellos

 Mientras Helena dormía, o lo intentaba... He estado leyendo sobre los postpartos. Las sensaciones que vivimos las mujeres, los distintos puntos de vista de cada una... También los puntos de vista de ellos.

He reflexionado y él, aunque pase desapercibido, nuestra pareja tiene un papel fundamental. Tienen que comprender aquello que no comprenden porque no lo viven a nuestro nivel. Ellos, jamás tendrán un montón de hormonas bailando dentro de sus cuerpos, y de repente, ellos vivirán con una pareja en que a momentos, cambiará de carácter, llorará, reirá, se enfadará, se frustrará... Y... Acaba de ser mamá también. Conviven con una persona a la que deben conocer de nuevo, que poco queda de la anterior. Ha evolucionado y es tan nuevo para una misma como para tu pareja.

Mirarse al espejo... Y no reconocerse, eso... Eso me sigue pasando a mí, a quince meses de mi parto. Pero si tú pareja te besa, te abraza, coge con amor tus chichas colganderas... Se lleva de otra manera. Los cuerpos cambian, las personalidades y los caracteres. El cansancio, falta de sueño y el nuevo ritmo de vida, pasan factura... A ambos. Pero las mujeres, somos más complicadas... Dentro de nosotras hay un mundo entero por descubrir y un mundo entero al que buscarle un por qué y darle vueltas y vueltas. 

La estética, para nosotras es importante. Vestir todos los días en chándal porque no te da tiempo ni a respirar. Llorar porque la ducha ha sido interrumpida por tu bebé. Tardar en leer un libro seis meses, renunciar a series y películas porque cuando vas a dormir a tu fierecilla, caes rendida también a su lado. Todo eso... Eso que dejas a un lado sin darte cuenta, es... Eso, dejar de ser mujer para ser madre. ¿Quién ayuda en eso? Quién actúa como padre, quien no comparte una tarea sino que asume, que él, su vida, también ha cambiado. Quién conoce a su pareja, quien sabe los tiempos que necesita, quien se queda con su bebé para dejar tiempo a esa ducha tan necesaria, quien baña a su bebé para que mamá lea un capítulo de su libro. Aquel que despierta a su mujer a besos, porque a pesar de todo, es su mujer, su compañera, el origen de esa familia recién creada. Aquel que acaricia ese nuevo cuerpo como si fuera lo mejor que haya tocado. O quién se empeña una y otra vez en conocer a esa nueva mujer que se ha creado a base de paciencia y cariño. Aquel que cuida, de él y de los suyos.

Él, es más importante de lo que pensamos. La maternidad es dura, pero entre dos, se lleva mejor. Cuando los dos están presentes, el bebé crece mejor. Papá y mamá están. Y eso es el mayor regalo que les podemos dar a nuestros hijos: seguridad y amor.

El amor que se requiere en la pareja, ese mismo, es el que pasa a nuestro bebé. Es el motor de familia, es el que mueve todo. 

Un hombre que no vuelve a mirar de la misma manera a su mujer porque ha cogido unos kilos al traer a su bebé al mundo, ¿qué amor va a dar a su hijo? Un hombre que no entiende los procesos, los cambios y los resultados de las diferentes etapas, ¿qué va a entender de amor y seguridad? Y solo se me ocurre decir a esos hombres una cosa. Los cuerpos cambian, podemos cambiarlos, los cerebros no.




martes, 16 de enero de 2024

Todo pasa

 Hacía mucho que no escribía. Me cohíbe mucho la gente que luego quiere hablar de mis escritos. Son mis pensamientos y mis sentimientos más íntimos.

He ido sumando días sin escribir, incluso en navidades lo mantuve a un lado. Es como el que deja de fumar y cuenta los días en los que no coge un cigarro.

Llevo días viviendo al límite. Teniendo ataques de ansiedad y de pánico en silencio. Respirando profundamente cuando me falta el aire y contando hasta cien. Sabiendo que el dolor de mi pecho pasará y que en cuestión de minutos volveré a coger oxígeno. Sabiendo que los malos pensamientos se irán cuál ave a su nido. Entendiendo que sola, también se puede. Que lo que una guarda en lo más profundo de su corazón, debe quedarse ahí, en silencio, formando parte de una. Al fin y al cabo, todos tenemos nuestras sombras y nuestras luces. Las sombras... Cuanto más adentro, mejor. 

Verbalizar miedos y temores. Verbalizar angustias a quien no quiere escuchar, es absurdo. Hablar con quién no quiere entender, también lo es. Ser juzgada por tu relato o ser cuestionada por tus sentimientos es algo que está muy de moda cuando la mayoría de la gente ni siquiera es capaz de conocerse a uno mismo.

Para mí, las noches y mi blog, me ayudan a examinarme. A ponerme a mí misma las cartas sobre la mesa. A cambiar, a decir que me equivoqué o a pedime perdón. A estar conmigo misma. Me necesito, necesito de estos momentos en los que mi cabeza no para de lanzar pensamientos y no siempre buenos.

Sé que me falta mucho por llorar... Una pérdida... O dos. Sé que eso me está pasando factura y que probablemente lo hará el resto de mi vida. Sé que tengo miedo a enfrentarme a alguna situación, y yo que soy de hablar las cosas... Morderme la lengua, me está envenenado. Pero... También sé que el silencio es la solución a muchos problemas y que mi libertad termina donde empieza la de otro.

Sé... Qué cada vez que la cosa se pone mal, huyo. Sin mirar atrás. Corro hacía delante, y sólo corro queriendo escapar. Y en muchos casos, corro para escapar de mí. 

Tampoco nadie sabe, la totalidad del peso de la mochila que llevo. Muy pocos saben todo de mí. Muy pocos. Y la empatía no existe. Cada vez estoy más segura. Y no es algo mío... Un prestigioso psiquiatra, hace poco le escuché opinando como yo. Nadie puede ponerse en tu lugar, nadie puede sentir desde tu perspectiva, tus sentimientos, tus experiencias. Jamás. Por tanto, nadie te va a entender al cien por cien, ni va a sentir como tú. Por lo tanto, lo que para ti es un mundo, un síntoma que hace saltar las alarmas de tu cuerpo, para otro... No tiene ni importancia. Pero tampoco siento la necesidad de que tengan empatía, no necesito ser entendida, me conformo con ser respetada.

Estos diálogos interiores, que yo escribo y por tanto, nadie debería entrar a valorar, son para intentar estar en paz conmigo misma. O todo lo que pueda. Para llorar y avanzar, para curarme, para salir adelante.

Hace algo más de un año, que ya no estoy sola. Alguien muy pequeñita, depende de mí. Y... Me asusta depender tanto de ella. Querer como la quiero yo, sin límites... Es algo que me asusta. Es mi gran debilidad.

Cómo os decía, siento que me muero, siento el nudo en la garganta y los ojos inundandose de lágrimas muy frecuentemente. Pero me escondo del mundo, en mi casa, me aislo... Porque nunca me he permitido estar mal. Porque siempre he sido la que tiraba de más de un carro. Pero sé que pasa, sé que respiras... Y todo pasa.