sábado, 12 de enero de 2019

Un golpe de azar nunca abolirá mis dudas

Un extraño vapor, el sueño líquido
que hace noche en la piedra,
un paso descuidado del carbono
y la imaginación de las temperaturas,
tal vez sean el único
origen de la vida.

Otras explicaciones
negocian el destino con la seguridad.
Dios ha creado el mundo... Que se haga la luz,
tiriten las estrellas, venga el agua
a llenarse de peces y los cielos
de pájaros perdidos en las nubes
igual que las miradas
de los que temen la tormenta.

A través de los siglos
eso repiten sacerdotes agrios
con la pura certeza de su dogma.
Todo estaba previsto y era lógico:
las corrientes del mar, las gravedades,
el arañazo rojo de los amaneceres,
la causa lóbrega del bien,
la mecánica impura de mis revoluciones,
los ojos encendidos
con los que miras el reloj
para decir nos vamos,
la voz confusa
que tienen los amantes
al cruzar el pasillo de un hotel.

Pero yo sé que el universo
y la vida son fruto del azar,
una química extraña
después de una explosión
que nos hace rodar
por las velocidades de la luz.

Y da miedo pensarlo,
nada de lo que ocurre ha estado nunca escrito.
Ni siquiera tú y yo.
Si no hubiese llovido en mi ciudad
durante todo un año,
si los barros inhóspitos no hubiesen
conducido mis huellas,
si el corazón vacío y sus palabras torpes
se hubieran conjurado para cerrar la llave
como bares nocturnos sin clientes,
si no hubiesen podido
caer de nuestra parte los teléfonos,
los dados de la química y de los almanaques,

y si los meses de aquel año
no hubieran presentido
una sola estación para nosotros,
por encima de junio y de diciembre,
bajo un sol con tu nombre,
la historia de este amor,
porque nada está escrito,
sería solamente un imposible
de los ojos que temen la tormenta.
Y da miedo pensarlo.

Luis García Montero




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