Ojalá te quieras tanto como deberías, tanto como te mereces quererte a ti mismo. Dejar de buscar en los demás el amor que tú mismo te puedes dar y avanzar así hacia una felicidad plena. Que tus manos sean las únicas que soporten esa carga para que nadie pueda nunca dejarla caer más que tú mismo.
Ojalá en el espejo solo vieras cosas buenas. El mundo ya es lo suficientemente cruel a veces como para que encima lo compliquemos más nosotros mismos.
Quiérete. Es así de simple. No hay nada malo en ser tú. Al contrario, es lo mejor que te podría haber pasado. Eres único. No hay nadie como tú y en eso radica la mayor de las bellezas.
Ojalá te enamores de ti mismo cada día. No hay amor más real que ese, pues es el único que de verdad es para toda la vida. Todos tus complejos, tus inseguridades, nacen de lo que otros puedan pensar de ti. Aprende a vivir con ello en último plano, controla tus miedos y sé feliz de una vez a tu manera.
Quererse a uno mismo es siempre el primer paso de la felicidad. Ya llegará después el amor de cualquier otra persona para complementarse con el tuyo, pero nunca para ponerse por delante. Tú primero, siempre, el mundo luego.
Ojalá te ames tanto o más de lo que esperas que te amen otros. Que cuando la duda aceche, tu risa la enfrente con la tranquilidad de saber que, por mucho que apriete, nunca tendrá la fuerza suficiente para hacerte caer de nuevo en todas esas inseguridades que marcaron tu vida.
Basta ya de no aceptarte, de mirar con ojos ciegos hacia ti mismo. Eres increíble y no te das ni cuenta. Así que, por favor, quiérete, y nunca dejes que nadie te haga dudar, mucho menos tu propio reflejo.
Ojalá te quieras tanto que entiendas que la felicidad que buscas ya la tienes. Está ahí, al otro lado de todas tus dudas.
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