viernes, 3 de abril de 2020

Salvando al mundo, siempre de tu mano

Me gusta el momento de momento de comprar el pan. Se ha convertido en nuestro momento especial, en nuestra pequeña salida en un vacío legal dentro de la cuarentena. No te puedo abrazar en público, pero siempre queda el portal.

Hoy es un día duro. Mi familia se muere, van siete. Y yo me desespero cada vez que suena mi móvil o teléfono de casa. Las piernas me tiemblan, pero tú me sujetas, como llevas haciendo tantos años. Contigo no finjo estar bien. No puedo. Contigo lloro si hay que llorar, grito si lo necesito y me rompo en mil pedazos a causa del dolor que llevo soportando estas semanas. 

La vida de mi seres queridos se me escurre entre las manos y no podemos hacer nada, ni tú siendo mi Superman ni yo siendo WonderWoman. Ni siquiera acompañarlos. Me escudo en el entrenamiento diario, que para mí se ha convertido en una droga, llegando a lesionarme, llegando a que me duelan tanto las extremidades que me cuesta horrores salir de la cama. Y ya no son agujetas, son el sobre esfuerzo que hago para olvidar, para dejar de pensar, para no tener que sujetarme el corazón más en esta cuarentena. 

Tengo amigas que están todos los días interesándose por esta desgracia, y me da hasta vergüenza contestarle que hoy sumamos uno más a esa lista de pérdidas. La vida se nos va de manera muy silenciosa, y muy rápida. Me cuesta respirar, me cuesta pensar con claridad. Me cuesta escribir y deciros que hoy no puedo con nada más, que hoy he tocado fondo y que tengo a la persona más maravillosa del mundo a mi lado. Sentándose junto a mí, acariciando mi pelo, y susurrándome que con esto podemos, juntos. Y se me pone la piel de gallina porque no te podré agradecer ni en cien vidas, todo lo que haces por mi. Te quiero, Bollo. Es lo más que te puedo decir. Que te has convertido en mi brújula, en mi norte incluso. 

Que sabes cuando gastar una broma y cuando está de más. Que luchas en mi batallas como si de una causa propia se tratara, y dices que eso lo has aprendido de mí. Que te doy educación militar por lo dura y fuerte que soy. No te fíes de eso, sabes que es una armadura, y que detrás solo estoy yo. Una niña asustada ante situaciones de las que no sabe salir, que le quedan grande, vaya, aunque tú te niegues a reconocerlo. Me queda grande, bollito mío. No soy la de la imagen que tienes en tu cabeza. Realmente... No soy WonderWoman, no salvo al mundo. Ni Campanilla porque tampoco sé salvar a Peter Pan. Solo soy yo. 

Lo único que te agradezco con todo este montón de palabras es que estés a mi lado una vez más, y que estés a la altura de los problemas cuando yo ni siquiera sé por dónde empezar a buscar soluciones, que me animes sin descanso, que me beses, me quieras, rompas al cactus que llevo en mí, y que hagas sacar todo lo que llevo dentro. No sé si tú serás capaz de salvar al mundo. De lo que estoy segura es que eres capaz de salvarme a mí, de la peor enemiga que tengo. De mí misma. 

Cuando me preguntan si estoy enamorada de ti. Respondo que no, porque no es ese tipo de amor. No te quiero con locura y me encantaría pasar contigo todas las noches que me quedan. No, es más. Quiero pasar contigo las vidas que tenga. Es admiración, es comprensión, empatía, química, complicidad, confianza plena, entendimiento, carácter, eres el que me da vida... Me remueves, me espabilas, me cantas las cuarenta si hace falta. Eres yo en tío. Y siempre con tanto amor detrás, que me parece una fantasía, porque esto, apuesto lo que quieras, lo tienen muy pocas personas. Y somos afortunados de seguir conservando tanta magia, algo tan bonito que se escapa de la comprensión humana, se les escapa a los demás. Pero es que me da igual. 

Gracias por abrazarme en cada portal, en cada esquina aun sabiendo que te vas a pinchar con las púas de mi cactus. Sabiendo que a veces, lo pasamos mal y nos preguntamos si merece la pena una relación tan intensa. Merece la pena cuando siempre uno de los dos vuelve. En eso tenemos un empate. Los dos abandonamos tantas veces como volvemos, por eso me parece tan atípico. Otros pensarán que es una relación tóxica. No, es la energía, la fuerza, la valentía, el ímpetu que necesitamos en el día a día, somos como la fuerza de dos huracanes que posiblemente destruyamos muchas cosas a nuestro paso, pero que bailan en un día de viento. Algo tan trágico como bello, se te eriza el bello solo de pensarlo, ¿verdad? A mí también, pero somo el orden en mitad de nuestro caos. Y soy el perfecto desastre que tú sabes llevar, y al que adoras con locura, y esto lo sé no porque me lo hayas dicho, sino porque me demuestras tu cariño todos los días. Absolutamente todos, y no me permites que dude de ello ni un segundo, es más, me lo recuerdas, me lo haces ver. Y es que... Bollo, no te puedo querer más.

Patri Izquierdo Díaz


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