Creo que debo esta entrada a mi marido.
Hemos pasado un bache durante la cuarentena de nuestro Covid, siete largos días. No recordaba que estar encerrado fuera tan malo, de hecho, fui de las que me acostumbré bastante bien cuando pasamos tres meses (creo recordar) encerrados. Me gustó hacer una nueva rutina, diferente y enfocada a mí. Fue la primera vez que me dediqué exclusivamente a mí y ocurrió cuando más lo necesitaba.
En esta mini-cuarentena, me he sentido estar dentro de la casa de Gran Hermano, llamadas a todas horas por parte de todo el mundo, videollamadas como si jamás nos volviéramos a ver, mensajes del tipo: "cuando salgáis de esta, quedaremos". Nadie ha dudado en ningún momento retomar nuestra vida pasados esos siete días. También he notado "culpas" de haberlo cogido yo, y yo solo fui la que dio los síntomas primero a raíz de mi vacunación, ni siquiera por el mismo covid. He notado dedos apuntándome que en principio, me dolieron. Ahora me río. Porque tras estos días en los que he meditado, me quedo con la parte positiva: he pasado el tiempo que necesitábamos en familia, disfrutando los unos de los otros. Y la familia somos tres como dice mi marido. Al principio, me sentía mal por pensar como él, pero cada día lo veo más claro. Al decir "Sí, quiero" formé mi propia familia, y es así.
También en mi meditación, podría haberme sentido culpable de ir a la cena de Navidad con mi abuela, con mis tíos, primos, etc. Pero es que lo volvería a hacer. Lo volveré a hacer hasta que la abuela falte o sea mi abuela (como ocurrió el año pasado) quien diga que no quiere cenas y encuentros de ningún tipo. Y os prometo, y Javi es testigo, que en principio es una cena que me da pereza. Pero son los míos, y la vida tiene los días contados. Y la ley de vida siempre manda. Mientras esté mi abuela y bajo su deseo, cenaré con ellos las veces necesarias, y aun sabiendo que iba a ocurrir, volvería a hacerlo. Hago hincapié aquí porque el señor del famoso número de teléfono 900 que da la Comunidad de Madrid, me dijo que me contagié entre los días 24 o 25 de diciembre (día abajo o día arriba). De la cena nadie más salió con covid, lo más seguro es que ya lo llevara incubando unos días (probablemente un par o un día antes de Nochebuena). Pero como dice Javi, eso es lo de menos.
He sentido mucha presión en un momento donde no puedes coger la puerta e irte a respirar. No. No puedes si eres responsable. También me ha pillado en un momento en el que estoy muy baja de ánimo. Pero gracias a mis amigas, y sobre todo, porque hay muchas cosas que me guardo para mí, a mi marido.
Anoche tuvimos una conversación de esas típicas que solo pueden suceder en la cama con las luces apagadas y yo dándole la espalda. Le conté mis verdaderos sentimientos, con miedo y vergüenza. Me desnudé ante él como nunca lo había hecho. Hay una cosa que me da sueño y me lo quita a partes iguales, y él tenía que saberlo. Lo entendió y creo que él, a su manera, se abrió. Os puedo resumir, muy resumido, que me siento vacía personalmente, es decir, como individuo. Mis objetivos, aspiraciones, sueños están estancados o simplemente se han esfumado. Como ser humano me siento más una carga que una aportación al mundo, y cuando digo al mundo es una forma de generalizar para no entrar en detalles.
La vida no es como la había pintado, ni diseñado, ni pensado... Creí que al independizarme cambiarían muchas cosas, más de lo que se han producido. Javi me entendió. Le escuché con atención sus palabras. Y por una vez, creo que me entendió. Porque hablar con Javi, depende de qué cosas, es... "bueno, no pasa nada, no lo pienses" o "no te preocupes, ya se pasará". Como si le quitara importancia a todo, absolutamente a todo lo que a mí me inquieta, pero esta vez fue diferente. Creo que a oscuras, yo me expliqué mejor y él lo entendió perfectamente. Entendimos cada uno nuestras posturas, nuestros puntos de vista y llegamos a una conclusión. La conclusión que siempre él ha defendido ante todo el mundo y que de alguna manera, le di la razón sumándome a ella. Nosotros dos somos un equipo que no podemos consentir que gente externa nos cree brechas. Porque al final, nuestras discusiones siempre vienen por alguien de fuera. Nosotros, a decir verdad, no hemos discutido nunca por nada nuestro. Nos toca confiar el uno en el otro e ir superando lo que nos venga juntos. Sin escuchar lo que la gente opine. Sin escuchar esos juicios de valor de muchas personas que encima no se lo hemos pedido. Apoyándonos en amigos de verdad e ir sumando etapas.
La cosa se puso seria durante la cuarentena. Y es que mi carácter me impide callar nada, cosa que aunque a Javi le moleste, finalmente me lo agradece. Por mi parte, también estoy haciendo el esfuerzo de no meterme en nada de sus asuntos, aunque él me lo pida, pero creo que es mejor así. Ayer entendí de que cada uno es como es. Somos un equipo sí, pero formado por dos individuos bastante diferentes la verdad. Yo actuaría de otras maneras, él lo sabe. Es más, es su lugar, he actuado de otras maneras puesto que yo he pasado por esos caminos. Pero es él quien debe tomar sus decisiones tanto acertadas como erróneas y solo él. Si se equivoca, aquí estaremos, si acierta, pues lo mismo.
No sé para él, pero para mí la conversación de ayer marca un antes y un después, porque nunca jamás he sido tan yo con nadie, incluido él. He sentido lo que es estar en pareja y formar parte de esa media naranja de la que hablan. Me cuesta abrirme aunque parezca mentira. Prefiero estar siempre en un segundo plano y para desahogarme siempre está mi blog, aunque algunos lectores después lo utilicen como arma arrojadiza, pero como dice mi marido, aprende a pasar. La libertad de expresión y todo en lo que creemos debemos llevarlo por delante mientras no nos saltemos ninguna ley.
Esta es la conclusión de anoche que quería escribirla y compartirla con vosotros. Está muy resumida y poco detallada, pero creo que se entiende. Que una vez más somos fuertes como pareja. Una vez más cuando uno cae, como es mi caso ahora mismo, el otro lo rescata. Y como última pincelada dejar claro que una pareja es de dos. Solo y exclusivamente de dos. No hay sitio para nadie más, y que esos dos necesitan una intimidad que muchas personas ni piensan ni entienden.
P.D. Javi, te quiero como nunca antes he querido a nadie.