Me pregunto cómo una persona sin manual de instrucciones puede ser capaz de hacer las cosas tan bien. Cómo puede estar ahí para todo sin fallar. Sin olvidarse. Sin rendirse. Cómo puede tener la receta perfecta para ayudarte, para tener solución a los problemas. Para sanarte. Para encontrar la manera exacta de hacerte crecer un poco más, y mejor. Cómo puede saber la técnica para hacerte reír, para alegrarte los días malos, para abrazarte en los buenos. Para celebrar y brindar por lo que sea, y para quedarse en silencio cuando hace falta. Cómo saber cada una de tus miradas, tus sensaciones y tus gustos. Tus maneras de hacer las cosas. Y esa manía tan tuya que ni tú sabías que tenías. Cómo conocerte, al fin y al cabo, cuando a veces no te conoces ni tú. Y te encuentras. Te encuentra. Cómo tener la capacidad de hacerte soñar, cumplir sueños y llenar el baúl de recuerdos. De fotos en la memoria. De charlas interminables. De caricias y besos. De todo eso que te hace sentir.
Me pregunto cómo alguien, sin manual de instrucciones, puede intentar ser el mejor padre del mundo, y conseguirlo.
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