Hoy es el día "Sad" típico de cuando regresas del pueblo. Es tu lugar en el mundo, y encima ahora a tu perra también le encanta, tu marido sueña con retirarse allí o pasar todas las vacaciones. La gente que te acompaña, te sigue en la predilección que tienes por las tierras extremeñas y por lo que implica tu casa.
Ha sido maravilloso. Increíble ver a Maya de un lado para otro sin parar. Un sueño hecho realidad. Mi familia unida en el entorno que siempre elegiré con los ojos cerrados. Y es que es un sitio de ensueño. Mi corazón se divide entre Leganés y el verde campo del Jerte. Nunca podría abandonar Leganés del todo. Es más, llevo un año fuera y no veo el momento de regresar junto a mi familia, amigos, conocidos, etc. Porque sus bares son los que adornan mi historia, sus calles y gentío, la banda sonora de mi vida. Y no solo de la mía, la de mi madre, la de mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... Así hasta siete generaciones. Vamos, que lo ser pepinera para nosotros es más que un simple gentilicio. Porque para el que es de Leganés de verdad, se reduce al centro... Todo lo demás, no se siente igual.
Y con el pueblo sucede lo mismo. Solo que el pueblo significa libertad, dejar el maquillaje al lado, la ropa que te aprieta para hacerte más guapa. Significa irte a ser tú misma sin que nadie te vigile, te juzgue. Es estar en casa y en la calle, en la montaña y comiendo bajo el sol. Es notar que el paisaje tiene mucho más que ver cualquier serie de Netflix. Y que siempre que vuelvo es una bofetada de realidad con la vida. Seguramente no valoraría nada de esto si allí viviera. Por eso nunca me iría, quiero seguir teniendo ese rincón en secreto, ese pedazo de tierra para reposar la mente, el cuerpo y el alma. Donde respiras más que aire puro, respiras serenidad... Donde apagar el móvil y quitarse el reloj se ha vuelto tradición.
Prometo no tardar tanto en volver...
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