He esperado un mes para poder hablar de este tema y no llorar mientras escribo. Y he hecho bien en esperar para que este post suene más contundente.
Ha sido la peor adaptación que yo he tenido en la vida. Y digo yo, porque Helena es mucho más fuerte que yo y lo ha llevado prácticamente bien. Los primeros días lloraba. La separación... Qué no voy a saber yo de esto. Lo que ocurre, es que las adaptaciones yo las pasaba justo al otro lado. Yo era la profe que aguantaba a veinte niños llorando a la vez. A algunos no les podía tocar, a otros los tenía encima todo el rato y así día tras día... Cada periodo de adaptación es mundo. No tiene nada que ver un año con otro, ni un grupo con otro.
Para mí sigue siendo duro llevarla al cole. Lo he sentido como una traición a mí hija, y la culpabilidad con la que lo he vivido, creerme, no tiene palabras.
Empecé con un grupito de mamás, que cada una lo llevaba a su manera, creo que como podíamos cada una en nuestro interior. Para mí han sido mi tila, mi valeriana. Cada una ha puesto en mi algo para que yo pudiera sobrellevarlo, y juraría que ellas ni son consciente de ello. Y les tengo tanto que agradecer a esos momentos juntas, a esos cafés de los que me he quedado descolgada por un trabajo que necesito y que no me gusta... Qué no voy a mentir, me siento desplazada, desubicada, perdida en todo lo que respecta al cole de Helena. Pero es que creo que debo darles las gracias porque a día de hoy y sin apenas conocerme... Están a solo un WhatsApp de mí, y eso hace que me sienta mejor, arropada y de alguna manera, protegida.
Las mamás no somos superheroínas, pero nos hacen serlo. Sobre nosotras llevamos nuestra carga y la de nuestros hijos, y a veces, la de la familia entera. Contar con gente tan maravillosa, es un lujo. Desde aquí, agradecerlo siempre... Siempre.
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