Para Alex, porque la primavera siempre llega...
Paseando por Madrid, en fechas tan señalas como los son las
fiestas de Navidad, la ciudad hace que el espíritu navideño te entre, te invada
el cuerpo y salga mediante deseos y sonrisas de una inocente felicidad, la más
parecida que tenemos a la de los niños.
Bajo este hermoso entorno, rodeada de música y luces, iba yo
de su mano como un fin de semana más. Era la estampa perfecta, los sentimientos
a flor de piel, la historia que tendría su final más feliz. Dos enamoradas paseando
por las alumbradas calles de Madrid.
Llegó el momento de hacerles participe a todos los allí
presente, lo que sentían, lo que ellos estaban viviendo en ese momento, y al
fin llegó… un largo y precioso beso de amor, ¿de amor?
Mis labios de despegaron de los de él. Tras una mágica
noche, algo había cambiado, y ese cambio también lo veía en sus ojos. Me quedé
pensando, dubitativa. Serían cosas mías. Volví a intentarlo, le volví a besar,
esta vez con mucha más pasión que la anterior. ¿Con más pasión? ¿Y la pasión?
Nos volvimos a mirar.
-
¿Qué pasa? – Preguntó él.
-
¿Lo has notado? – pregunté segura de que él lo
había sentido también.
-
¿Notar el qué?
-
Creo que es el “no notar”
Me quedé pensando, como explicar lo sucedido, como entender
lo que allí había pasado.
-
Ha sido raro…
-
¿Qué ha sido raro?
-
El beso.
-
¡Ah! El beso…
El beso fue en mi opinión, como besar a tu padre o a tu
mejor amigo, como besar a tu brazo cuando de pequeña entrenas para el día que
te toque e impresionar al otro, ¿sabéis? Justo en el momento en que rocé sus
labios, la pasión me abandonó, el amor se quedó, pero el amor fraternal solo y
todo lo que te envuelve en un coro con voces angelicales cantándote mientras
besas al chico que amas se fue acompañado de las mariposas de mi tripa. El frío
nos invadió envolviéndonos a los dos y matando todo prueba de una primavera que
se supone que debería aparecer entre nosotros, y que sabemos que solía aparecer
entre sábanas por la noche, aunque por la ventana viéramos nevar.
-
Sí, el beso.
-
Es cierto, ha sido… raro.
Volví a besarlo, como queriendo reanimar a la primavera que
nos había dejado en el invierno más frío que recordaba.
-
Para.
-
Será mejor… - le solté con cuidado.
-
Yo… pensé, que… - hizo una pausa como,
asimilando este nuevo revés que nos da la vida – yo te he querido durante tanto
tiempo. He luchado por ti hasta dejarme el alma, que ahora que te tengo…
-
Siempre pierden valor las cosas cuando las
conseguimos.
-
Puede ser, pero… te sigo queriendo, aunque creo
que no te amo.
-
¡Iba a decir justo lo mismo!
-
¿Sí? – sonrió, aunque esa sonrisa no llegó a sus
ojos – Supongo que me sentía obligado a dar una oportunidad a lo nuestro… y
darle un final.
-
Si este es nuestro final… Es un final feliz.
-
Es el mejor final que hubiera pedido para
nosotros – me abrazó y me susurró un “te quiero”, aunque sabía perfectamente
que ese te quiero no llevaba ni una sola gota de amor.
-
Yo también te quiero.
Estoy de acuerdo con él, en que necesitábamos darle un fin a
esta historia. La vida me ha dado un nuevo amigo, un amigo realmente especial
con el que poder contar para todo. Su edad, su experiencia, me aportan tantas
cosas que perderle pos un amor no correspondido hubiera sido una verdadera
guarrada del destino.
Y aquí estoy. De nuevo, sola. Con un amigo más. Viendo el
frío de ahí fuera, en una ciudad mucho más pequeña que Madrid. Pensando en que
las historias de amor, pueden tener su final feliz. Ahora lo que toca, es
esperar a la primavera.
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