Estar al otro lado del teléfono
con un mar de por medio
nunca fue estar tan cerca.
Imaginarte tumbada en tu cama
leyendo el periódico en internet
o acariciándote pensando en mí
y casi poder tocarte.
Estás triste, no te entiendes,
te enfadas con el calendario
pero los domingos no tienen la culpa,
cualquier otro día es bueno
para soñar viajes conmigo
y lavarle la cara a la tristeza.
Que si no hay planes,
que si hace frío,
que si tienes que estudiar,
que si la paella de tu padre
no estaba tan buena como otros días
y tus sobrinas te agotan,
que sí tuviste que hacer la compra
en el Hipercor de Carabanchel
y subirla sola a casa,
que si tu ex no quiere irse,
que si tus hermanas te protegen de mí
o de lo que podría llegar a ser otro fracaso...
Y mejor no hablemos de la cara de tu madre
al decirle que volverías a estar soltera.
Que si,
que tenemos motivos de sobra
para rallarnos
y ver la vida en blanco y negro,
pero si te subes a mi nave
prometo ser el capitán alegre
de todos tus domingos
y curarte la pena,
desnudarte sin tocarte
-de ropa y de miedos-
y correrme en tu boca
-aunque sea por teléfono y no te guste-,
y quedar cada quincena de Diciembre
en la plaza de Chueca
como si no nos conociéramos,
y vivir los domingos como viernes,
y empezar el año nuevo
siempre contigo.
Y que en Palma hace frío.
Anoche tuve concierto.
Todos me preguntaron por ti.
Bebí demasiado.
Hace resaca.
Voy a grabar un vídeo con Pedro Andreu.
Esto no es un poema.
Sigo echándote de menos.
Tienes las llaves de mi casa.
Espero que te hayas olvidado
que era domingo y estabas triste.
Mañana vuelvo a la ciudad.
Quiero verte.
Vamos a dormir juntos.
Diego Ojeda
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