La democracia se lanzó por la ventana. La encontraron partida en dos y una carta en el bolsillo. «Lo dejo todo. Al fin y al cabo no soy más que una palabra de diez letras que ya no le hacía ninguna falta a los hombres.» Los operarios del ayuntamiento que recogieron sus restos pensaron lo que todos: otra triste palabra que se suicida. No la reconocieron con tantas letras descoyuntadas en el suelo. Normal. Cruzaba el año 2014 por el calendario, ya no era una mujer muy recordada a esas alturas. Antes de ella ya se habían arrojado al vacío otras palabras cono justicia, bienestar o esperanza. Al día siguiente en los periódicos todo seguía igual. Un ministro se quejaba de la persecución a los políticos y dos millones de familias formaban el equipo más grande del país, el de personas por debajo del umbral de la pobreza. Nadie comentó nada al respecto de tan triste suceso. Todo parecía seguir igual como digo, pero en los diccionarios nada volvió a ser lo mismo. La palabra democracia dejó un vacío total cuando las palabras codicia y sistema se arrojaron como dos violentas fieras sobre ella y engulleron sus restos. En los periódicos todo seguía siendo igual, pero ese hueco en el diccionario dejó un profundo vacío en las vidas de la gente, aunque nadie realmente se percatara. Se había esfumado el último tren, la última esperanza. Era el año 2014, se llamaba democracia y era una mujer preciosa. Esperemos que al menos descanse en paz. Paz, otra hermosa palabra. Ojalá la historia no siga su fatídico curso y no tengamos que prepararle también a ella su funeral.
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