Aquello que vivimos no fue un infierno, el fuego vino después. quemando con cada recuerdo, llenándome de insensatez.
Vinieron entonces los reproches, los "te quiero" -pero más a mí-, el "te olvido aunque te sueño", ese "déjame ir, pero no te canses de volver".
Solo entonces entendí que la única lucha perdida es aquella en la que peleas contigo mismo.
Me vi así, buscando en camas ajenas cubrir ese hueco, esas horas de insomnios, esas noches de "despierta y bésame". Fueron largos años de intentar encontrar la eternidad en forma de hombre, sin darme cuenta de que solo yo misma sería capaz de aguantarme de por vida, de quererme de por vida.
Finalmente, comprendí que todo esto se escapaba de mis manos mientras esperaba unos versas con mi nombre, una canción que hablara del arco de mi espalda, o una sonrisa eterna cada mañana.
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