Arrastro una maleta de momentos que no fueron pero soñé. Llego a casa y hace frío en pleno agosto.
El calor que dejaste se esfumó. La cama aún huele a ti.
Pongo el despertador a esa hora en que esperaba una lluvia de besos, un diluvio de abrazos.
Y al final, nada es lo que era y termina resultando una maldita tortura este volver a empezar, sin ti, pero contigo...
Y es entonces cuando me doy cuenta de esta terrible tendencia mía que me lleva a dejarme caer, a navegar en mares de lágrimas solo por tener algo que contar después de la oficina.
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