Es cierto. A veces me callo muchas cosas. Últimamente me encuentro con personas que llevan a cuesta un saco a la espalda de excusas.
Están claro que no quieren escucharte, que cualquier queja o punto de vista diferente, no es apto para ellos. Y querer cambiar esa opinión por muy errónea que sea, se vuelve cansado y sin sentido.
Acabas metida en una conversación de besugos, la cuál podría durar 24 horas porque ninguno de los dos dará su brazo a torcer.
Con esas personas es mejor no perder el tiempo, os lo dice una que no se calla ni se achanta con nada ni nadie. Pero supongo que estoy madurando, o aprendiendo. Es absurdo gastar saliva en alguien que no te va a prestar sus oídos. Así que... Me callo.
En lo que sí confío plenamente, es en el tiempo. Es más, disfruto cada vez más de mis silencios que luego se vuelven hechos. Tú te callas y esperas. Ves la secuencia en cómo transcurre todo y disfrutas al ver que tenías razón.
Y es que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Y así es esta pequeña modificación de mí. En el fondo me río, porque se vuelve adicto hacer teorías o crear apuestas sentada mientras te comes unas palomitas y ves el percal. Es casi más divertido que acabar discutiendo por algo que sabes de antemano que llevas razón.
Puede parecer un poco altivo, incluso orgulloso, pero es que una va peinando canas. Y la vida ya se encargó de hacerme alguna que otra cicatriz de recuerdo, de las que te impiden olvidar, de las que incluso, a día de hoy, duelen y queman. Y sabes que siempre lo harán... De una manera u otra. Es parte de tu vida, de tus episodios, de tu experiencia, del escalón que subiste para convertirte en aquello que eres hoy.
Al final, es bonito a la par que algo loco, ver y analizar cada cicatriz, centrarte en cada recuerdo, en ese aprendizaje del que juraste que jamás ibas a salir viva, de aquel hoyo en el que te metiste durante una larga temporada sin apenas luz... Y después mirarte al espejo, y ver en lo que te has convertido, una guerrera es poco, una superviviente, una loba como diría mi querida Marta, de la que se ríe de ella y por supuesto... De todo lo que la rodea.
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