Atractiva es la mujer que se da permiso para ser, para vivir y para sentir.
Querida Lucía:
¿Cómo estás, preciosa? Y te digo «preciosa» porque, aunque en tu pesada mochila del instituto no cabe un solo complejo más, eres preciosa. No te lo crees, lo sé. Pero no dejes de leer esta carta. Dame una oportunidad. Por favor te lo pido.
Tienes quince años, quince maravillosos años, tu vida gira en torno al instituto, a tus inseparables amigas, a los chicos que empiezan a revolotear por tu mente y a tus notas, a no empañar ni con una gotita tu brillante expediente académico. Hay que ver qué razón tenía la primera profesora de la guardería que tuviste que, con su voz firme, sentenció: «No hay más que ver el empeño con el que colorea las fichas y hace los trabajos manuales. A esta niña no va a haber nada que se le ponga por delante».
Efectivamente, conservarás ese tesón toda la vida, pero no te engañes, habrá muchas piedras en el camino. No te asustes. Todo lo realmente valioso que conseguimos en la vida requiere de un esfuerzo. No lo olvides nunca. A nadie le regalan nada, a ti tampoco.
Lucía, te acabas de enamorar por primera vez, el mundo se acaba de detener. ¿Verdad? Nada es más importante que eso ahora, de momento. Disfrútalo, cielo, vívelo intensamente, siempre guardarás esta tierna historia en tu memoria. Pero no será solo la primera, el amor será una constante en tu vida, romperás algún que otro corazón, ya te lo adelanto. Pero en este viaje nadie sale indemne, el tuyo también se romperá en pedazos. No es mala suerte: es la vida, cariño.
Mantén bien abiertos los oídos, pero no para todo el ruido que escucharás a tu alrededor, sino para el tuyo propio; cuando por fin lo hagas, empezarás a volar.
Te doy permiso para dudar de todo el mundo menos de ti misma.
Escucha a tu esencia, sé fiel a lo que sientes, a lo que te mueve, a lo que te estremece, a lo que te pone el vello de punta y te eleva. Enamórate, déjate llevar, entrégate, sé feliz, mi amor, sin miedo. Porque, ¿sabes qué? Que nada es para siempre, y, si lo es, no lo sabemos de antemano, por tanto no te queda otra que vivirlo, sentirlo y saborearlo intensamente.
Vas a ser muy feliz.
Rodéate de gente inspiradora, de personas que crean en ti, que te cuiden cuando las fuerzas te flaqueen, que velen tu sueño y consuelen tu llanto. Que celebren tus alegrías desde dentro o desde la distancia, pero que te sientan parte de sus vidas. Rodéate de hombres y de mujeres que sumen en tu vida, que, cuando pienses en ellos, te roben una sonrisa o un suspiro. No importa si los ves mucho o poco, cuando lleguen a tu vida, no los dejes escapar. Cuídalos.
Cuando alguien te haga daño, dale una segunda oportunidad, todos la merecemos; pero, si te vuelven a herir, corre, aléjate, huye muy lejos. La vida es demasiado corta como para perder energía en gente que no se merece tu sonrisa.
Si tu compañía es mediocre, serás una mediocre, recuérdalo.
Construye cosas bonitas a tu alrededor, proyectos, sueños, relaciones personales. Aliméntalos, nútrelos, cuida de todos ellos. Eres y serás una maravillosa cuidadora. Cuando empecé a escribir esta carta me propuse no desvelarte ni una sola de las paradas de tu viaje, pero solo te diré algo:
Lucía, tu empatía te hará muy grande. Mucho. Cultívala.
Escucha a tus mayores, atentamente, tienen mucho que enseñarte, aprende de ellos y lee, cariño, lee todo lo que caiga en tus manos. Hará de ti una mujer fuerte, crítica e inteligente.
No dejes de escribir. ¿Recuerdas tu primer diario? Lo seguirán muchos más, muchos. Eres una gran contadora de historias. Dentro de unos años lo escucharás, pero yo soy la primera en decírtelo hoy: tienes un don.
El primer premio de literatura que conseguiste con ocho años con «El cuento de la W» fue solamente el inicio. Te esperan unos años maravillosos e intensos delante de un ordenador. No será fácil, también te lo digo. Derramarás muchas lágrimas que te impedirán seguir escribiendo, necesitarás parar. Para. Y luego sigue. Descubrirás que escribir te sana, te alimenta, te ayuda a explorar tus profundidades y las de los que te leen. Sentirás en los abrazos y en las lágrimas de tus lectores que los has conmovido, que a algunos, incluso, los has cambiado. Escribirás sobre muchas cosas, te lo aseguro, escribirás muchas cartas de amor, escribirás sobre tu trabajo, sobre niños, sobre la vida, sobre la muerte, el sexo, las vidas ajenas y sobre tu propia vida; algunas incluso las publicarás...
A lo largo de todos estos años escucharás de otros que eres demasiado confiada, que eres una ingenua y, rozando los cuarenta, lo seguirás escuchando. Pero hazme caso en esto que te voy a decir ahora: ese es uno de tus mayores atractivos. No lo pierdas. Sé tú misma aunque las arrugas incipientes que surcarán tu piel delicada te digan lo contrario.
Ríete a carcajadas, fuerte, como haces ahora; sonríe, sí, por defecto, sonríe; confía en la gente, que para hacerles bajar de tu tren siempre estarás a tiempo. Tú decides quién sube y quién se queda, quién se sienta a tu lado y quién te coge de la mano.
Tómate tu tiempo. No vivas tan rápido. No tengas prisa. De vez en cuando es necesario parar, hazlo. Para el tren, baja y airéate. Respira profundo, pasea por tu mente, por tu corazón, escucha música y reponte. Cuando hayas descansado, vuelve a subirte al tren y sigue. El secreto está en seguir, mi cielo, en seguir.
Si algo no te gusta, ¡muévete!, ¡cámbialo! ¡Te lo ordeno!
Date permiso para equivocarte, porque te equivocarás muchas veces, pero haz el favor de levantarte cada vez y seguir adelante.
Ponle pasión a todo lo que haces, la misma que tienes ahora con tus quince años. La misma pasión que le pusiste el año pasado cuando les dijiste a tus padres que querías ir a Estados Unidos y te fuiste a pesar de ser la más joven de un grupo al que únicamente viste en el aeropuerto. La misma pasión que le pondrás a tu empeño por estudiar Medicina y ser pediatra. La misma pasión que derramarás con cada uno de tus amores, todos dejarán huella en ti. No lo olvides. La misma pasión con la que defenderás tus derechos cuando empieces a trabajar, la misma fuerza con la que exigirás esa inexistente conciliación laboral para poder criar a los hijos que tendrás... Lo mejor que harás en tu vida. Porque, Luci, cariño, el secreto del éxito no es más que eso: pasión y constancia.
Lucha, pelea, sal ahí fuera, exige, reclama lo que es tuyo. No juzgues, no critiques sin saber. Huye del odio y del rencor, son malos compañeros de viaje. Aprende a perdonar, vivirás más feliz. Y sueña, sueña a lo grande. No dejes nunca de soñar, esto es lo que te mantendrá viva.
Todo esto quizá te suene tan lejano, ¿verdad? A tus quince años tienes otras muchas preocupaciones. Ahora mismo acaba de salir mamá de tu habitación, habéis tenido una de esas conversaciones que recordarás con los años. Llorabas porque le decías que no te veías guapa, ni atractiva, mientras ella te acariciaba el pelo y trataba de consolarte.
¿Atractiva? ¿Atractiva para quién? ¿Para los demás o para ti misma? Mira, cielo, una mujer atractiva es una mujer segura de sí misma. Es una mujer inteligente e independiente. Una mujer atractiva es una mujer valiente e intrépida. Pero no valiente porque le gusten los deportes de riesgo, no; valiente con la vida, con las dificultades, con los largos inviernos que sin duda dejarán rastro en su piel y en su alma.
Que una no solo cumple primaveras, también cumple inviernos y justamente son los inviernos los que hacen a una mujer hermosa. ¿Lo sabías?
La vida no es un camino de rosas, claro que no lo es; por eso hay que echarle valor, hay que ser intrépida y exigente con tus propios sueños.
Atractiva es la mujer que lucha por lo que desea, que se ríe de sí misma, que sale a flote una y otra vez a pesar de las adversidades.
Atractiva es la mujer que aún con sus kilitos de más o sus kilitos de menos hace reír a carcajadas al que tiene enfrente. Atractiva es la mujer sin complejos, pero con grandes dosis de sentido del humor. Atractiva es la mujer sonriente, perseverante, luchadora y libre.
Atractiva es la mujer que se da permiso para ser, para vivir y para sentir.
¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que solamente depende de ti.
A los cinco años decidiste ser pediatra y lo conseguirás, no sin esfuerzo. Serán seis largos años de estudio, más otro año entero opositando en tu pequeña pero luminosa habitación con el apoyo incondicional de tus padres y de tu hermano José, que te acompañarán en cuerpo y alma en todos y cada uno de tus logros. Serán ellos quienes recojan tus trocitos cuando la vida te muestre su cara más amarga. Cuando llegue ese momento, déjate querer, déjate cuidar. Lo harán muy bien. Y saldrás fortalecida. Luego vendrán los momentos en los que seas tú la que cures, con el mayor de los mimos, sus cuerpos heridos. Formaréis un gran equipo. Y esto será solo el principio, Lucía querida, cientos de familias te entregarán lo más valioso de sus vidas: el cuidado de sus hijos.
Así que vive, cariño, sé tú misma, sigue tu valioso instinto, tu intuición, pocas veces te va a fallar. Cuando llegue esa persona que te diga: «Hasta llorando eres preciosa» y se beba tus lágrimas, mírale a los ojos y quédate con él, aunque todo sean dificultades, te prometo que merecerá la pena.
Piensa bonito, habla bonito y sonríe bonito. Porque de un pensamiento bonito nunca saldrá una emoción fea.
Da gracias por todo lo que tienes y por lo que tendrás. No tomes decisiones precipitadas, piensa, reflexiona, valora, comparte, pide consejo, busca información y respuestas, y no permitas que el miedo te paralice. Para adelante, mi cielo, siempre para adelante.
Respecto a tu maternidad, te escribo estas palabras pero se las podría estar escribiendo a cualquier madre o a cualquier padre del mundo, de hecho es lo que voy a hacer.
A todos vosotros os diría...
Preparaos para querer a alguien más de lo que nunca jamás imaginasteis poder querer. No os desaniméis cuando vengan momentos duros, nadie dijo que esto fuera fácil; de hecho, es difícil. El miedo, la culpa, las dudas, por todo ello pasaréis. Uno nunca está preparado para lo inesperado, ¿verdad? Pero ocurrirá, nos ocurre a todos y en cualquier momento. Todos paramos en estaciones parecidas en este intenso e irrepetible viaje, así que disfrutad de cada uno de los momentos que os regalen vuestros hijos, son tan solo unos años los que nos permiten achucharlos, besarlos y olerlos.
¿Habrá algo más maravilloso que dar vida para acompañarlos, enseñarlos, alimentarlos y cuidarlos con el amor más incondicional que existe?
«He venido a este mundo para cuidar y proteger a mis hijas», me confesaba en una ocasión el padre de una preciosa niña llamada Natalie. Y así es, el mejor legado que les podemos dejar a nuestros hijos no es una educación en un colegio de élite, ni en una universidad de reconocido prestigio, ni una casa, ni una buena herencia, ni siquiera viajes por medio mundo. Seamos realistas, en la inmensa mayoría de las ocasiones no podréis darles todo lo que deseáis. ¿Creéis que vuestros padres sí pudieron? Ellos tampoco. Pero no es lo importante, dejad de sufrir por ello. No os
lamentéis más, por favor. No permitáis que ellos escuchen lamentaciones, mantened su inocencia intacta..., ¡es tan bonita! No os centréis en lo que falta y sí en lo que tenéis.
Habrá momentos de oscuridad, de dudas, de preguntas, de caídas. Caerse forma parte del viaje, como también levantarse tras cada golpe. Dudar es de humanos, por supuesto que dudaréis, aun cuando somos mayores seguimos dudando de tantas cosas. Eso sí, duda de lo que quieras menos de ti mismo. Pero sobre todo y por encima de todo no olvidéis jamás que el mejor legado que les podemos dejar a nuestros hijos es... el amor. El amor todo lo puede y con todo podrá. Asumid esta responsabilidad porque es lo más grande que vais a hacer nunca en esta vida y esto es lo que os convertirá en padres maravillosos.
¡A por ello!
Lo mejor está aún por llegar.
Siempre a tu lado,
Tu yo del futuro
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