Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja sólo quedas tú, y que lo único que te ata a él es esa herida, y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo.
El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente; por eso no me gusta hablar de amores imposibles si no de amores improbables. Porque lo improbable es por definición probable, lo que es casi seguro que no pase, esque puede pasar. Mientas haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones que pase, vale la pena intentarlo.
Por muchas noches en blanco que una dedique a pensar en su biografía sentimental, la verdad es que encontrara pocas soluciones. Podrá parchear tal o cual relación, pero al final, volverá a pasar lo de siempre. Que en un momento dado saltarán pedazos, como tantas otras veces. Porque uno es como es, y no es fácil dejar de serlo para querer a alguien, es casi, un combate perdido de antemano. Así que lo mejor que nos podría pasar es que las relaciones sentimentales vinieran con fecha de caducidad, como los yogures. Así sabríamos de antemano cual es la fecha del final, y no perderíamos el tiempo en inseguridades, sospechas, ni discusiones. Nos dedicaríamos a disfrutar cada momento hasta la última décima de segundo. Aunque si lo piensas, lo bueno de no tener fecha de caducidad, es que nos permite seguir soñando con que, esta vez si, ese yogur, pueda conservarse para siempre.
Por que el amor es fácil y así hay que vividlo, y aunque queramos ver dificultades,no las hay... aunque nos llegue en el momento más extraño,con la persona mas inesperada. Y la manera de poder ser felices es tener el valor para vividlo.
- ¿De que van?
- De amores imposibles, improbables... pero que acaban siendo inevitables.
- Mira,yo no quiero pasear en familia, ni quiero comerme el pavo contigo el día de noche buena, no quiero formaliza esto por que esto no es normal, ni lo va a ser nunca.
- Yo también lo creo,pero solo quería que lo dijeras tú... Que lo nuestro es inevitable.
Yo solo iría contigo al aeropuerto para coger un avión, y viajar a una isla desierta, y comernos a besos hasta que me olvide de que día es y me vuelva loca de tanto quererte.
Es bien sabido que tememos a lo que nos dicen los sentimientos, siempre necesitamos una segunda opinión. Tal vez tener cerca un hombro amigo en el que llorar, una sonrisa dicharachera en la que sonreír y una voz pausada con la que charlar. No se nos da bien elegir, por naturaleza intentamos acapararlo todo. No nos gusta tener una cosa y a la vez perder otra, pero lo cierto es que casi todo en la vida consiste en eso: ganar perdiendo.
Me gustaria que supiesen que mereció la pena, que la muerte nos encontró rodeados de amigos y de la gente que nos quiere... Y que si pudiese elegir un final, sería algo parecido a este. Porque ahora seguir viviendo no es pasar las hojas de un calendario,si no entender que cada hoja de ese calendario es única e irrepetible.
Me gusta el olor a lluvia porque es como si estuvieras aquí, aunque en realidad no estas. Me gusta, porque me recuerda a ti, tiene tu perfume, o al menos el perfume que me imagino que tienes desde que no estas conmigo. Y entonces cuando llueve, me gusta salir a la calle y empaparme de ti. El olor a lluvia me recuerda cuando te fuiste, y eso me hace sentir un poco mejor porque, sin quererlo, me recuerda que algún día viniste con la lluvia para quedarte. El olor a lluvia me gusta, y tal vez porque hace que sienta que te tengo al lado, o por lo menos bastante mas cerca. El olor a lluvia me recuerda a ti. Entonces, cuando llueve y estoy sola, pienso en donde estarás, que estarás haciendo. Y me imagino, que el olor a lluvia te va a hacer pensar en mi. Porque yo también tenía olor a lluvia en tus recuerdos. Y entonces me gusta cuando llueve. Porque creo que es el momento, en que tú y yo nos encontramos.
Dicen que enamorarse es un auto-reflejo, como tener miedo. Yo fui una niña sin miedo, no me asustaban los fantasmas, ni los monstruos, ni la oscuridad... Podía mirar debajo de la cama segura de que no habría esqueletos ni vampiros, podía enfrentarme a las niñas de quinto, segura de que no me quitarían la merienda... y así, hasta hoy, segura de que puedo coger un amago y avanzar por un callejón vaciando el cargador. Porque no es eso lo que me da miedo, lo que me aterra es decir que si a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en un crédito hipotecario, en una desgracia en conjunto o en esta tarde tenemos que hablar. Buscar colegios y canguros, y pensar en un lugar para vivir cuando no tengamos pulso para sostener la mano. Y de pronto, todo ese terror se empieza a disfrutar como el looping de una montaña rusa, y eso, es la felicidad.
No es normal pensar que hacer el amor es pecado, no es normal pensar que Dios no quiere darles bien a los homosexuales, no es normal que la iglesia oculte abusos de niños ni que los sacerdotes no se puedan casar. No es normal la riqueza del Vaticano, ni los anillos, ni el oro, ni el dinero tirado en campañas de publicidad, ni todo ese cuadro absurdo, mientras 30 millones de personas se contagian de sida en Africa por no usar preservativo. Señores, Dios, Dios nos hizo con dos brazos y con dos piernas, también no hizo con la capacidad de amarnos, de querernos, de tocarnos, de sentir con la yema de los dedos un pecho acelerado por la excitación y eso señores, eso, eso no puede ser pecado. No es fácil y ustedes señores, se empeñan en hacerlo más difícil y en revisarlo como si no nos bastáramos nosotros mismos, como si no se bastara la propia humanidad para complicarlo todo. Señores porque amar, amar es entender también el rechazo, entender que te van a hacer daño, entender que vas a sufrir, vas a llorar, y es entender que las cosas son muy distintas al sacramento del matrimonio. O sea, hoy te casas y vives feliz para toda la vida, falso. Señores, es falso señores, por mucho que vayan ustedes proclamándolo saben que creo, creo que ustedes no saben lo que es el amor, porque si algo he aprendido en estos años es que si apretar un cuerpo hasta convertirse en uno, si eso es pecado, señores, yo soy pecador., porque el único dios en el que creo, es el amor.
Una vez le preguntaron a Lewis High, un fotógrafo de guerra, que por qué había elegido esa profesión, él contestó que si pudiese contar con palabras todo lo que veía, no necesitaría cargar todo el día con una cámara de fotos, de ciertos momentos de belleza, de desolación, de horror… y de egoísmo, estaban más allá de las palabras. Yo también lo creo, hay cosas que no podemos explicar con simples palabras, cosas como seguir vivos, sentimientos como el amor y el compromiso, y sensaciones como volver a abrazar a un amigo. Quizás por eso nuestra vida se compone de imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre, de decisiones que cambian sin remedio el rumbo de las cosas, de fotografías fijas guardadas en la memoria que nos recuerdan cada segundo lo hermoso que es vivir.
La real academia define la palabra imposible como algo que no tiene ni facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puesto a escoger, a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la ética. Que David ganara a Goliat era improbable pero sucedió, un afroamericano habitando la casa blanca era improbable, pero sucedió, que los barón rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió, Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el doce uno contra Malta. El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables...
Nos empeñamos en buscar la felicidad cada día. Y no nos damos cuenta de que es ella la que tiene que encontrarnos. Y cuando llega, descubres que ahí no acaba todo, que el final de un camino solo es principio de otro. Y ya solo importa el HOY el presente y lo que queda por venir.
Hay cosas que uno no puede hacer solo, discutir, subirse y sujetar una escalera a la vez, o doblar una sábana de esas de cama de matrimonio. Yo toda mi vida he pensado que lo ideal era vivir en pareja, por muy extraña que fuera la pareja. De echo hay parejas que acaban convirtiéndose en trios, parejas que se van quedando sin pareja y que no se puede evitar el miedo a no estar a la altura. Hay parejas que son imposibles por definición, por historia y por física, aunque no por química, o parejas en las que la química se ha ido gastando aunque sigan compartiendo una familia, familias donde en algún momento hubo una pareja, parejas que fueron en algún momento y ya no son nada... Y eso es lo que más miedo da en la vida, cuando la pareja se rompe, sea por lo que sea la primera sensación que se tiene es de pánico, miedo al cambio, a la perdida de control sobre nuestras vidas, un miedo a estar solo. Pero cuando se llega a esa soledad, uno se da cuenta de que la ruptura puede llevarnos a un lugar mejor. Hoy es el primer día del resto de mi vida, porque desde hoy creo que lo más importante en esta vida es saber volar solo.
Nos empeñamos en buscar la felicidad cada día, y no nos damos cuenta de que es ella quien tiene que encontrarnos. Y eso será donde menos te lo esperas: en el instituto, en el supermercado... en mitad de una huida. Y cuando llega descubres que ahí no acaba todo, que el final de un camino, solo es el principio de otro y lo único importante es la persona que escoges para que camine a tu lado, aunque sea para esconderse en un desierto. Y esconderse es lo que menos te importa, lo que te importa es que estas tocando con la yema de los dedos eso que has estado soñando toda tu vida, y ya solo importa el hoy, el presente y lo que queda por venir, porque no se puede borrar lo que ya está escrito, y porque la vida es aquello que te sucede mientras tratas de hacer otra cosa.
El miedo es como la familia, que todo el mundo tiene una, pero, aunque se parezcan, los miedos son tan personales y diferentes como pueden serlo todas las familias del mundo. Hay miedos tan simples como desnudarse ante un extraño, miedos con los que uno aprende a ir conviviendo. Hay miedos hechos de inseguridades, miedo a quedarnos atrás, miedo a no ser lo que soñamos, a no dar la talla, miedo a que nadie entienda lo que queremos ser. Hay miedos que nos va dejando la conciencia, el miedo a ser culpables de lo que les pasa a los demás, y también el miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido, como el miedo a la muerte, a que alguien a quien queremos desaparezca. Hoy he escuchado a un tal Fonset en la tele que decía que la felicidad es la ausencia del miedo y entonces, me he dado cuenta de que últimamente, yo ya no tengo miedo.
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