De nuevo, vuelta a la rutina. Mi primer día en la universidad.
Como siempre desde un rinconcito de la sala contemplo todo aquello extraño para mí. Chicas técnicamente perfectas, maquilladas, con shorts, blusas ceñidas, otras despeinadas, con ropa vieja, ancha, quizás algo pasada de moda...
Chicos y más chicos que continúan llegando sin parar. Algunos parece que se conocen, otros simplemente se acoplan en lo que se va convirtiendo en un gran grupo. Y ahí llega él, pensé que esto pasaba sólo en las películas, un chico absolutamente perfecto, ojos verdes brillantes, vestido de marcas, su pelo rubio bien peinado, y va por la vida con paso firme y pensando nada más que en él, resumiendo, el imbécil de turno, el alfa de la manada de los que necesitan ir en camarilla para ser alguien. Por un momento pensé que estaba en una película de argumento mediocre con un historia totalmente de clase b.
Es increíble todo lo que se aprecia desde una pequeña y escondida esquinita, como siempre pasando desapercibida para todos, en un segundo plano, casi a escondidas. Pero siempre hay alguien que se percata de que estás ahí, y así ha pasado.
Nadie, por mucho que queramos es invisible a los demás, nadie puede huir de la realidad, del momento. Y ahí estaba yo, en buena compañía, llevando mis nervios lo mejor posible.
Momento superado, empezamos de cero en un nuevo lugar con diferente gente. Borrón y etapa nueva.
Patricia Izquierdo Díaz
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