Llegaste,
-yo no te esperaba-
y aunque los gestos siempre son provisionales
volví a ver en tus ojos puertas abiertas.
La noche se rendía en tus pupilas.
El deseo se abrió de piernas entre nosotros
y después de aparcar nuestros corazones
en un poco cerca del océano,
desaté mis manos, tus botones
y te robé la ropa de más que te puso el invierno.
A pesar de los aviones
Diego Ojeda
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