Ya he escrito algunos poemas que hablar de ti.
De nosotros. De nuestras inseguridades.
De Madrid. De nuestras mentiras.
Y de ti voy a seguir hablando.
Quiero que todos sepan
que te conocí en septiembre,
que la poesía tuvo la culpa,
que mi vida era una gramola rota
de canciones de desamor,
y tus ojos la banda sonora
del fin del verano.
Te supe antes de verte,
te sentí mucho antes de tocarte
y vi volar tu vestido
saliendo del metro de San Bernardo.
Aquel semáforo en rojo
fue una cadena perpetua.
Pactamos dos cafés
y acabó siendo una noche entera,
nos bañamos de sidra,
nos tragamos la tristeza de un suspiro
y la calma se adueñó de nosotros.
Podría publicar una trilogía
hablando de nuestros besos
pero voy a resumirlo
contando que el planeta se quedó en silencio.
No venías por nada
pero te llevaste todo
y cuando encontré tu sombra
ya habías desaparecido.
Luego vinieron otras noches,
otros planes,
otras despedidas
pero nuestro cuento
se escribe por fascículos
y esto es sólo el primer tomo.
El amor
ya está pisándome los talones,
el miedo
recordando todas las derrotas
que me trajeron hasta aquí
y el porvenir
escribiendo las seis letras de tu nombre.
Diego Ojeda
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