Llegaste sin buscarte.
Entraste sin llamar, de pronto.
Abriste la ventana de par en par,
inundando de viento fresco
el viciado aire de la estancia.
Aplacando el insomnio
ahuyentando pesadillas,
despertando a la realidad.
A chorros te filtraste
por las grietas de la sequía.
Gota a gota.
Provocando deshielo.
Latido a latido, despacio,
paseando por las venas.
Reviviendo. Reanimando.
Celebro tu entrada triunfal.
El intercambio de lágrimas
por añoradas sonrisas;
de callejón sin salida
a horizonte infinito.
No te esperaba.
Verdad.
Y aquí te tengo.
Libertad.
María Guivernau
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