Sueño ligero, entrecortado.
Las imágenes se suceden a golpes,
en pequeños fotogramas.
Música de fondo.
Luz tenue, quizá la luna,
y un baile que termina en tus labios.
Y, de pronto, tú.
Tu dedo índice
recorriendo mi columna vertebral,
tus dientes mordiéndome el cuello.
Gemidos, respiración agitada.
Quiero huir pero no responden los pies,
tiemblan las piernas
mientras tus manos sostienen mi cintura.
Recorres con tu lengua todas mis cicatrices,
lamiéndome el corazón.
Se repite la escena,
una y otra vez,
mezclada con instantes de cordura
en los que mis ojos
tratan de abrirse y despertar.
Mi piel se eriza y me devuelve a la locura.
Se arquea la espalda.
Estás dentro.
Ya no sé si suelo,
no sé ya si despierto.
María Guivernau
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