Bajando por mi calle.
Una anciana camina cuesta abajo
con la cara cubierta de espeso maquillaje
tratando de restarle años al a su tiempo.
Conmueve el mensaje que de aquellos se destila:
a su edad aún mantiene la ilusión de la belleza,
de sentirse el centro de unos ojos por un rato
y sale a la calle con la firme intención
de que el tiempo no consiga derrotarla.
Lo que no sabe es que los golpes no pueden esconderse
y tras todo el rímel y el brillo del carmín
se palpa una tristeza planetaria,
aquella que da la pérdida, no del tiempo,
sino de los seres que amaste y ya no están,
ese estado que trata de corregir
sin éxito alguno el maquillaje:
la soledad.
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