Mi gata se adormila entre cojines
y sueña con jilgueros y ratones,
con cielos de gatitos querubines,
con noches de pasión en callejones.
Yo sueño con ciudades y delfines,
con chicas que saludan en balcones,
incluso aterrizar con zeppelines
en islas que no tengan robinsones.
Un sueño, al fin y al cabo, es el relato
que escribe cada noche nuestra sombra
vengándose de todo lo sensato.
Y hay una coincidencia que me asombra:
el sueño preferido de hombre y gato
es el que, por pudor, nunca se nombra.
LUIS RAMIRO
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