jueves, 25 de octubre de 2018

La poesía sólo existe como una forma de orgullo

Eran días de lluvia en un invierno propio.
Ni siquiera las fiestas,
ni las tarde de sol sobre las calles
llegaban a esconder
la débil soledad de los saludos
sin corazón, la nieve
de los pasos perdidos.

Despeinado, deshecho,
la ropa vieja y sucia,
la mano con el vino tembloroso,
la camisa por fuera del pantalón caído
como un adolescente de suburbio,
la sombra descosida en sus talones 
y los zapatos rotos.

Parecía un mendigo entre la gente.

Luego llegaba a casa, se duchaba,
abría los armarios,
con cuidado elegía una camisa nueva,
un pantalón planchado 
y unos ojos más suyos
con los que sostener por un minuto
la verdad del espejo receloso.
Cuando ya estaba limpio,
se sentaba a escribir.

Dichoso tú,
dichoso tú, amigo mío,
que conservas razones para cuidar tu piel
en los días de lluvia y en los inviernos propios.

Luis García Montero


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