Cuando empiezas a conocer a alguien de verdad, sus rasgos físicos se desvanecen paulatinamente. Empiezas a fijarte en su energía, a reconocer el aroma de su piel. Ves únicamente el interior de la persona, no el caparazón. Por eso no puedes enamorarte de la belleza. Puedes desearla, encapricharte con ella y desear poseerla; puedes quererla con los ojos y con el cuerpo, pero no con el corazón. Y por eso, cuando llegas de veras al interior de alguien, cualquier imperfección física desaparece, para a carecer de sentido.
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