Me siento como si el gran estreno de mi vida hubiera acabado. Como cuando escribí mi novela y la guardé en un cajón. He apagado las luces y la música. Y el silencio es desgarrados. Suena un grito pero no es de terror, es de dolor. De cuando la vida te abre el pecho para operarte a corazón abierto sin saber las posibilidades de que salga bien. "Este sentimiento lo he vivido" pienso en silencio, ¿seré capaz de resistirlo otra vez? me pregunto a solas. Nadie, y repito, nadie se engaña a solas.
No quiero ayudas, no quiero compasión ni mensajes de fuerza, no quiero nada. Quiero quedarme sentada en esta habitación, tumbada casi es mejor, sin nadie alrededor que me diga lo que valgo. No quiero nada de la gente. Las personas solo hacen daño. El pecho se me carga, en la espalda, de nuevo, tengo una mochila con miedos, inseguridades y sólo mía, no me gusta compartir. Es más, huyo, me alejo como animal herido que soy. Y espero el milagro de la vida. ¡Ah! Soy atea, no creo en eso, no creo nada más que en el resultado de nuestras acciones y debe ser que no han sido muy allá si me encuentro aquí.
Mira a Javi, mirando la tele. No sabe los demonios que me tienen encadenada ahora mismo. Solo dice que hable, que no me cierre como un mejillón... Y no me cierro, pero es que para expresarte lo que siento tendrías que haber andado con mis zapatos desgastados de tantas guerras y batallas perdidas. A mi la vida me confundió con Rambo, y hasta el día de hoy no sé qué es la paz. Solo conozco la guerra... Javi, si tú supieras... Y ojalá no lo sepas nunca.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y aunque hoy no vea luz. Sé que he tocado fondo... y ya solo queda un camino. Un pequeño impulso y de nuevo estaré en la superficie, resurgiendo de sus cenizas cual ave fénix. Siendo más dura, más fría, más implacable, más indestructible y con el miedo dentro de no diferenciar entre comerme el mundo o destruirlo todo a mi paso.
Esa soy yo, destrucción. No me acuerdo cómo era sentir, abrazar, escuchar las palabras adecuadas... No recuerdo nada de eso. Lo único, Javi, que te pido, es justamente eso. Que la poca humanidad que tengo la cuides, que si no quieres que termine convirtiéndome en la reina del hielo como muchas veces me acusas, que cuides tú de mí esa parte que queda de mí, tan escondida a ojos del público, tan íntima y tan poco compartida.
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