Agarra esas lágrimas que se derraman. Fuerte. Cierra los ojos como si pudieras borrar la tristeza. Ponte música, siempre más alta que los problemas. Agarra a tu perra y un cojín, siempre consuelan. Piensa que tú eres más fuerte que todo lo que te rodea, y que lo bajones, no son las hormonas, sino la vida misma que te baja para poder subirte.
Duele el pecho. Sientes que el corazón te late más fuerte y la respiración te falla. Que las piernas y brazos se tambalean y no puedes andar. Sientes que te vas a quedar por mucho tiempo en el mismo lado en el que estás. ¡Suerte que es en la cama! Y quieres, deseas, que el camión te atropella termine de hacerlo cuanto antes. Los recuerdos van y vienen, y el atropello no te asusta. Estás acostumbrada a pasarlo mal, a que las cosas salgan mal y nunca jamás, a la primera. Estás cansada de eso, pero la vida muchas veces tiene sus propios planes, sus propias metas y sus propios caminos, y tú, sola, haces lo que puede con lo que tienes, porque querer no es poder. A veces, no se puede y punto. Y te resignas, lloras, pataleas... Te destruyes un poquito más... No dejas de ser un juguete roto que jamás se reparará. Eres ese cristal que un día rompieron y que no termina de ser el mismo de antes. Estás lleno de grietas, y sueles cortar cuando alguien se acerca.
Sonríen. Te piden. Pero no puedes. Eres una marioneta de la vida, de tu propia vida. Un rastrojo que se deja llevar ya apenas sin fuerza por los acontecimientos. Y que no quiere luchar más puesto que no merece la pena. Hay momentos que lugar está sobrevalorado porque en tu mano no está todo lo que necesitas y toca... Resignarse. Estoy empezando a coger manía a esa palabra. Estoy cambiando. Estoy ausentándome de mí. Estoy dejando que lo que tenga que pasar, pase. Pero esa no soy yo. Me estoy perdiendo, y tengo una ligera tendencia a perderme para luego encontrarme. Pero no quiero encontrarme tampoco. Quiero que las cosas pasen, pero pasen ya. No quiero tener paciencia. Creo que hay traumas que no se superan y que en estos caminos, estás sola. Los traumas no son para entenderlos, ni comprenderlos, ni empatizarlos. Son golpes, marcas que te ha dejado la vida y que duelen hasta el último día. Nadie espera que se entiendan creo yo. Pero los traumas son los que te hacen sentirte tan sola... Que ellos mismos te destruyen por dentro.
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